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'Malheureusement, l'espoir habite tojour ici' |
Cuenta la leyenda que Prometeo fue quien le dio al hombre un
regalo que era exclusivo de los dioses: el fuego, y por ello fue condenado a
vivir encadenado y bajo tortura durante el resto de la historia. Luego de ese
infortunio (siempre los dioses han temido que el hombre sea como ellos), un
Zeus enfurecido crea junto con Hefestos la tristemente famosa ‘Caja de
Pandora’, quien debe su nombre a la primera mujer que los dioses crearon para
los hombres de la tierra (no sé cómo se divertían antes).
La mujer fue provista por los mismo dioses de curiosidad y
la mandaron con esa ‘granada de mano’ en forma de tinaja que contenía todos los
males de la humanidad; ella, guiada solamente por su propia naturaleza, abrió
el cofre y al darse cuenta del error que había cometido cerró raudamente el
dichoso contenedor, lastimosamente ya era demasiado tarde, todos los males
ahora vivían en el mundo a sus anchas, solo quedó guardada la esperanza, que
demuestra que ésta misma es un lastre más para todos, para aquellos que la albergamos
porque por ella hemos de vivir envenenados para siempre, por el resto de
nuestras efímeras vidas que deberían dedicarse a otras cosas menos a esperar.
Pasa todo el tiempo, la esperanza es nuestra mayor virtud y
fuente de la fuerza humana, pero también es nuestra mayor debilidad, con la que
nos engañan y nos engañamos para cometer actos irracionales, como el matar a
otros con la promesa de un bien en esta vida o en la siguiente, traicionar
nuestros principios e incluso a nuestra propia sangre en aras de la patria o
simplemente esperar a alguien que nunca llegará.
Es que la esperanza es como un pasajero errante que habita
en nuestros corazones, en nuestra propia caja de pandora, y nos convierte en
seres meditabundos por excelencia, es aquella que vive al principio en esa
parte inexpugnable a la que llamamos alma, pero conforme la idea o el ser amado
se alejan, así mismo lo va haciendo la viajera en referencia: se va dormir al
sofá como queriendo estar cerca de nosotros para brincar a nuestro lecho raudamente…
Pero a medida de que el tiempo va pasando ella se va
alejando lenta pero firmemente, empieza a hacer las maletas y se va a parar a
la puerta, esperando volver a ese sofá y devolverse al corazón, pero ella
también espera en vano, pues luego sale y baja por las escaleras y se ubica un
tiempo ahí, con los ojos un poco marchitos pero aferrada a un hilo de plata invisible
que poco tiempo después se alarga hasta la acera mientras espera un taxi que la
lleve al aeropuerto.
Van pasando los días y las noches a la intemperie y ella se
va enfriando bajo la oscura capa de la fría acera en donde ahora habita y finalmente,
cansada, consigue a un conductor que la
traslada hacia el terminal aéreo y ahí sigue esperando, a una llamada al
celular o a la llamada al counter de la aerolínea donde es finalmente abordada
por la pena de partir. Cuando ya está en ese avión que la llevará lejos del
bien amado llora y suspira por la pena y se embarca a alejarse cada vez más, a
Miami, a San Francisco, a Londres, a Egipto, al medio oriente y así
sucesivamente hasta perderse en sí misma, tal vez en una alejada isla
polinesia, triste y vacía llorando con amargura, pero aún viva y presente hasta
en la ausencia.
Así pues la esperanza va viajando poco a poco, se mueve y
bailotea en nuestros corazones cuando las condiciones se lo permiten dentro de
nuestro ser, pero cuando ya el clima arrecia debe partir, debe alejarse
lentamente hacia el olvido, infortunadamente, ese olvido nunca es completo y el
hilo de plata que la une con el corazón siempre permanecerá para dolor de los
dos, de la esperanza y de uno mismo.
Es el mal con el que los dioses nos han castigado
finalmente, con la esperanza y el dolor de la pérdida, con marchitar nuestros
corazones y castigar nuestras almas hasta dejarlas en pena, errantes y solas,
vacías de la espera eterna y del calor que algún día habitó dentro de nuestros
atribulados pensamientos, dentro de lo más sagrado que existe, la fe.
¿Será que algún día la esperanza puede tomar un avión de
regreso hacia nosotros? ¿Será que alguna mañana la podremos invocar de alguna
forma? ¿Será que el olvido es más fuerte que nosotros? ¿Será posible volver a
encontrar esa esperanza olvidada en la mitad del mundo, esa esperanza lejos de
nosotros, de nuestras vidas? No lo sé, la tecnología ha suplido muchas de
nuestras necesidades, pero nunca ha creado un GPS de la esperanza, una forma de
geo localizar a nuestras sueños extraviados, tal vez solo las esperanzas mismas
sepan cómo volver hacia nosotros… tal vez no.