Tauromaquia
Las
fiestas, carnavales y parrandas de principio de año han terminado,
obviamente después de mucha diversión, emoción, alcohol y baile. El país
entero, o la mayoría de él, celebró un buen jolgorio con agasajos de
toda índole, pero obviamente están aquellos que no solo disfrutan con el
relajo propio de estas fechas sino también disfrutan saciando su sed de
sangre; evidentemente hablo de los amantes de la fiesta brava, de la fiesta taurina.
Es increíble que en un país lleno de sangre, sudor y lágrimas, en un
país donde la sangre no se coagula gracias a todos los factores armados
(Policía, Ejército, BACRIM, FARC, etc…), existan personas que claman por
la sangre de un pobre animal, aturdido, golpeado y martirizado. Claman
para que haga acto de presencia otro animal, un verdadero asesino
(elegantemente vestido con mallas multicolores como si fuera a combatir
el crimen junto al Caballero de la Noche) que porta espadas y confeti en
su cuerpo. Claman para que salga a cumplir su papel de verdugo de un
ser inocente, un ser que fue criado con el único despropósito de llenar
el alma vacía de un país cruel e indiferente, donde es noticia el
arrebato de una presentadora y no una barbarie como la que ocurre en la
plaza de toros.
Porque el flujo de sangre no se puede detener
ni un solo día, ni un solo minuto, a menos que salga con alguna
ocurrencia Suso el Paspi; no nos pueden bastar los muertos y heridos
diarios; necesitamos que cansen, burlen, corten y masacren a un animal
con el fin altruista de alimentar el mórbido apetito de algunos
colombianos autodenominados “amantes de la Tauromaquia”.
Por
eso respeto la decisión del alcalde Gustavo Petro de darle la espalda a
este acto de barbarie, a este acto cundido de maldad y sevicia de la más
baja calaña.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhhje1jc96_sbexsOHiDV9GuopTlg4zy26Vif1soWnRuR9DHiiDj3AkOqELz07J1T-saCQYC1OVOPG7pcZToTQyP6ha2ps7v4TJu5PMnBgtsiDkPNShhhkXFd8_LjgO9Ehz47szgg6MudJ0/s320/bull.gif)
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