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"Le simpatizaría si me conociera" |
La vida era mucho más sencilla y más complicada en los años
90’s, en esa época turbia en la cual se desarrolló mi adolescencia; era
sencilla porque no teníamos muchos aparatos electrónicos que nos controlaran, a
duras penas existía el teléfono fijo que muchas veces no funcionaba debido a la
laxitud de los trabajadores oficiales de las empresas de telefonía local, para
quienes la semana solo tenía 3 días hábiles y se bebían todo lo que la empresa
licorera les suministrara para que votaran por los mismos pelafustanes de
siempre. Lo sé de primera mano, no me acusen (qué viva el Sindicato, hip!).
Pero también era compleja, porque se podía tornar bastante
monótona y aburrida… me explico: solo existían dos canales de televisión en
donde solo pasaban programas de bajo nivel cultural (momento, eso no ha
cambiado) e incluso, en donde durante un muy buen tiempo, desde que se acababa
el noticiero (noticia: no había Estilo R.C.N.) hasta las cuatro de la tarde no
había nada más que ver que el logo de Inravisión. Pero la tristeza no terminaba
en ese momento, seguía una seguidilla de novelas (momento, eso tampoco ha
cambiado) “mexicanenses” que animaban nuestras tristes tardes: Topacio,
Lucerito, Marimar (ay, costeñita soy!), María Mercedes (pa’ servirle a usted),
María la del Barrio (que “jurgononón” de Marías, y todas protagonizadas por
Thalia), Las Aguas Mansas, Almas de Piedra, En Puerco Ajeno, Café (que creo que
aún se emite) y pues como olvidar a Betty la Boba (ah novelita pendeja esa).
Bueno, también estaban las novelas copiadas de los seriados
de “tenaggers” de los Estados Unidos (siempre lo he dicho: los guionistas
colombianos han sido tan creativos copiando todo lo de afuera): Clase Aparte,
de la cual todos querían copiarse algo, sea la estupidez de sus personajes, sus
peinados o incluso su uniforme; Conjunto Cerrado, Oki Doki y obviamente la
mejor para el final, De Pies a Cabeza (con Carolina Acevedo y… y muchos más).
Frente a todo eso a los que estábamos en esa época de
transición de ser niños a menos niños (los hombres nunca maduramos, solo
cambiamos de juguetes), la vida era muy difícil, era terrible tener que
aguantarnos todos esos dramones de la tarde (como Lucerito, se quedaba ciega,
perdía la memoria… pero culiar si no se le olvidaba! Paría hijos a lo bestia!),
por eso salíamos mucho, conocíamos parques y algunos leíamos.
Y en un momento en el que todos pensamos que nuestras vidas
serían tristes y aburridas como el Minuto de Dios y meramente informativas como
el Boletín del Consumidor, apareció una serie gringa que llegó para quedarse,
que empezó a mostrar realmente cosas interesantes, que nos hizo reír como “esgolodrobos”
y que de paso, creó toda una cultura de mercado y de repetición: Los Simpsons.
No voy a hacer una reseña de cada uno de ellos o de los
capítulos, me parece absurdo y además, sin sentido, pero si quiero decir que
cambió nuestras vidas (o al menos la mía): nos reímos del mundo absurdo en el
que viven los “gringos”, pudimos ser partícipes de un nuevo estilo de risa y
además alegramos nuestras tardes.
Todo iba bien, siguieron causando risas y saliendo de
esquemas durante mucho tiempo, durante tantas temporadas que a veces se pierde
la cuenta, repitiéndose hasta el cansancio en cada canal que tenía el
privilegio o la fortuna de transmitirlos (y digo fortuna literalmente: cuesta
un montón el derecho de hacerlo pero también reditúa de igual manera). Canal
Caracol no tuvo más que hacer por la tarde del sábado durante mucho tiempo
(ahora, maduraron y copiaron al otro canal poniendo chismes y pendejadas
varias) y Frecuencia Latina y otros canales internacionales también “chuparon
de la teta” de los amarillos personajes.
Y de repente, como cuando cae un rayo o cuando sale Amparo
Grisales a asustar por la noche, todo cambió para mal: cambiaron los
directores, los escritores e incluso hasta los dobladores… y empezó cristo a
padecer. El programa se volvió soso y triste, con bromas absurdas que ya solo
causan risa bajo la premisa de un golpe o algún ruido, no como antes que todo
era un complemento, era un libreto bien escrito.
Entonces ahora, y contra todos mis instintos más profundos
solo rezo una cosa: que todo vuelva a ser como antes o… que se acaben de una
vez! No es justo que sigan destruyendo algo tan bueno para ahora solo seguir y
seguir vendiendo; los libretos deben mejorar, y no es una simple crítica de
alguien que añora el pasado, pero la calidad del programa ha desmejorado hasta
puntos realmente tristes. Es increíble que se hayan convertido en lo que tanto
criticaron: en una continuación, en un alargue gris para solamente seguir
cobrando cheques de merchandising y derechos de emisión.
Habla Fox (la voz del mal) que ya hay contratados episodios
hasta la temporada 25! Por dios bendito, más temporadas para solo rellenar? No
más por favor…
Así que espero que, antes de continuar con más agravios
contra aquellos que vimos nacer a Los Simpsons, alguien o algo haga recapacitar
al creador para terminar con ese paquete chileno que nos meten ahora, o que
alguien ponga (más bien coloque) un aparato nuclear antes de que tengamos que
aguantar más estupideces.
Atómico, se dice atómico! (Los que ven la serie me
entienden).
P.D.: No es que haya madurado, como se dice por ahí “madurar
es para las frutas, no para las personas”, es que simplemente la gracia se les
fue acabando a estos amarillos personajes y solo utilizan excusas bobas para
meter a personajes de la actualidad que quieren ser parte del legendario
programa.
Otra: Ahora que vivo en este país “americanizado” me río aún
más de ver las similitudes de las parodias que hacen Los Simpsons de la vida
real: El minisúper con sus precios exorbitantes y su dependiente hindú (es
cierto!), Don Barredora, el “spring break” donde todos los estudiantes se
vuelven locos… y la ineptitud de la policía, no importa cuán “educada” pueda
ser.
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