![]() |
"Por eso me gustan ahora los cocteles" |
Era un domingo en la mañana, Montreal algo de septiembre, con una
tarjeta Opus del mes, que no me dan para ser sincero… estoy en una estación del
Metro de esta compleja ciudad y no me queda más en mis bolsillos que todas mis
tarjetas (aunque insolventes ahora), 7 dólares en “menuda” y mi tarjeta Opus,
aquella que me llevará desde este lugar en que me encuentro hacia mi humilde
habitáculo al que llamo casa.
Me duelen las piernas, los brazos, los ojos, la boca, el
pelo, entre otras cosas, me duele hasta la consciencia, esa que me está
atosigando pensamientos de locura y perdición, de que mi dinero ya está en el
lugar equivocado y será difícil llegar al fin de mes con esta septena de
dólares siendo que faltan aún varios días para ese glorioso momento en el cual
el cheque de mi trabajo llega a mis manos.
Esta estación es más igual y más distinta que todas las que
conozco de esta ciudad, no importa su nombre o su ubicación, todas tienen el
mismo decorado de baño público con “azulejos” chiquitos y de colores varios
(por cierto, no sé por qué les dicen azulejos si la mayoría no son azules), con
señalizaciones crípticas y algún artista rechinando sus catalejos para recibir
unos cuantos dólares y aumentar mi migraña.
Llegan a mi mente recuerdos fugaces, luces y sombras que se
bambolean sin ritmo ni sazón alguno en mis recuerdos calcinados por el
embrutecimiento de las bebidas consumidas, alucinaciones las podría llamar dado
que no son coherentes ni en formas ni lugares, ensoñaciones de la noche
anterior, esa noche de copas esa noche loca que me ha dejado sentado en esta
cruel situación y en esta estación del demonio.
Sé que mañana debo trabajar y que muy probablemente no
tendré toda mi motricidad fina ya que ésta se encuentra perdida en un mar de
alcohol y otros menjurjes que le metí a mi hermoso cuerpo la noche en mención,
aquella que está nadando entre etanoles y hormonas y no encontrará fácilmente
su regreso a casa. Sé que mañana tendré un rostro apesadumbrado y pálido como
un muerto viviente, con ojeras que deberán sostenerse por los cachetes y con
dolor en mis más profundas articulaciones.
Ahora todo suena a queja, a dolor, a lágrimas y dolores
estridentes de la sabida resaca, cansancios inespecíficos afloran por todo mi
anatomía (anatomía del desastre),pero, cuando creo que va a ser mi fin y que me
desvaneceré por completo en este frío metro, me alcanza a llegar un sonido casi
de ultra tumba, un sonido familiar y dulce que retumba en mi cabeza, no solo
porque es el único diferente en la monotonía de los ruidos etéreos de este hoyo
de movilidad, sino porque me recuerda algo en mi cabeza, algo que parece que
hubiese olvidado hace mucho tiempo.
Volteo la cabeza de manera lenta y pesada, hasta esa tarea
tan fácil ahora se torna casi imposible de realizar, y allá, al fondo, al pie
de las escaleras alcanzo a vislumbrar algo, a alguien (que maravilla, me hicieron
corrección láser en los ojos y me sirve para dos cosas) que me resulta muy
familiar; a medida que se acerca puedo diferenciar que es una mujer, pequeña
ella, de cabello negro y contorno muy delgado, de finos rasgos y de hermosos
labios.
En este momento por fin comprendo, ya sé quién es, ahora sé
que la conozco de alguna parte, de algún lugar en donde las luces eran pocas y
los sonidos estridentes, donde la gente se agolpaba para entrar y tomaba
bebidas mágicas para celebrar u olvidar; sé que viene a buscarme, aunque en
realidad desconozco completamente el porqué.
Sus piernas, pequeñas pero lindas y contorneadas, dan pasos
ligeros y cortos para alcanzarme antes de que pase ese gusano metálico que
acarrea gente de un lado a otro… vuelve y dice mi nombre, haciéndome caer en
cuenta de que no fue una alucinación mía el que pronunciara mi impronunciable
nombre y que su voz es dulce como sabroso chocolate derretido.
Dice ella: Phillippe, por qué te fuiste, para dónde vas? Por
qué no contestas el celular? Te aburriste? No me viste y ya te saliste del
apartamento?... Y al son de la marimba, al son de ese tono de reclamo vienen a
mí como una ráfaga de viento muchos más recuerdos, muchas más sensaciones y
muchas explicaciones de algunos de mis dolores actuales. Sé que debo responder
algo rápidamente, algo astuto y mordaz para silenciar esa seguidilla de
preguntas y calmar a quién las realiza.
Pero mi estado de “estupidización” alcohólica no me permite
mucho campo de maniobra frente a esas cuestiones fundamentales, así que solo
alcanzo a proferir unas cuantas palabras sueltas que rezan algo como: no,
simplemente estaba cansado y no quería despertar a nadie.
Ahora ella se acerca hacia mí, se abalanza sobre mi cuerpo
decadente y me abraza, y con eso dispara nuevos recuerdos, nuevas sensaciones y
nuevos sentimientos que estaban aletargados bajo la estela de la resaca
matutina; empiezo a recordar todo, sobre todo su olor, su delicioso olor
inespecífico que me imagino que es empapado por algún perfume y su olor natural
a mujer. Vuelan a través de mi mente ya todas las imágenes, sonidos y palabras
que compartimos la noche anterior, las miradas, las risas, mis babosadas, su
humor, nuestros besos… y ahora comprendo lo que tuve con ella y como me regodeo
un poco acerca de ello en este momento.
Ella me mira fijamente y me pregunta si en verdad quiero ya
irme para mi casa, que si es todo lo que deseo después de lo que ha pasado; en
este momento ya no tengo nada más que decir que no, que prefiero volver con
ella y acompañarme de su presencia un poco más, una tarde más que atesoraré
durante mucho tiempo.
No sé qué puedo esperar de esto, de esta experiencia oscura
pero de sabor dulce que se dio en esta ciudad del pecado en francés con acento
de Quebec; parafraseando algo digo “yo no sé mañana”, pero espero acceder un
poco más a sus caricias, acumular sus besos y transmitirle mi satisfacción y mi
querer en estas horas que espero no acaben a pesar de la resaca persistente.
Además, veo que he corrido con mucha suerte y ella es bastante bella, de un
hermoso cuerpo, una dulce sonrisa y un buen humor… espero que esto siga por
algo más que este día para así tener a alguien a quien llamar “mi amor”.
Sé que borracha te conocí, pero no me arrepiento de este
arrejuntamiento venido del alcohol y de sus deliciosos efectos, no me
arrepiento de haber pasado este tiempo contigo y jamás renegaré de este
sentimiento que empieza a inundarme a medida de que nos alejamos de la
estación, ahora cálida con la sola presencia de este bello y esbelto ser.
No comments:
Post a Comment