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"Yo nunca había hecho esto, no pienses mal de mí" |
Voy a pedir prestado (como es muy común en
estos días nuestros de tomar sin avisar las ideas de otros) pero difundiendo
que estas célebres frases vienen de Gustavo Ceratti, un fragmento de una
canción que puedo utilizar como introducción a este texto: Refugiados sobre el
diván, agitados por nuestras formas… algo ocurrió una extraña sensación, un
presentimiento: me hicieron la vuelta y no me di cuenta!
Para mis nobles amigos, amigas, compañeros y
demás apelativos y clasificaciones que pueda proveerles a todos aquellos que me
acompañan y que, tal vez, no sepan qué demonios es una “cougar”, no es una
cuajada, un postre o un aliño de alguna parte de la geografía nacional o internacional,
no es un perro, un gato o cualquier roedor que se atraviese en la vista
periférica. Una “cougar” es una mujer de cierta edad, digamos algo ya avanzada
pero no tanto, que se arregla muy bien (sin caer en el “cuchibarbismo”) y que
tiene ciertas predilecciones por los hombres de una edad menor que la de ellas.
Pero lo más importante es que les gusta cazar, estar al acecho, hacer lo que
hace el hombre: buscar ganado.
Pero vamos por partes; todo comienza con una
simple palabra, más bien, una simple frase: “qué hay para hacer hoy?” que
suelta de manera indiscreta algún tipejo al que llamamos amigo; esa es la llave
introductoria a todo tipo de banalidades y de estupideces que desembocarán en
una resaca de proporciones bíblicas o en una habitación de proporciones
minúsculas. Esa frasecilla que se desliza por los labios de algún cofrade
siempre lleva a que se tomen medidas, sean desesperadas o inesperadas para
solucionar el famoso “desparche”.
Entonces, como por arte de magia aparecen
planes, planes malos, pésimos y peores, sobre todo cuando no hay mujeres que se
apunten al dichoso encuentro (por cierto, qué les dio a todas que andan en
planes hogareños?), y empieza la “rebuscadera”
incansable de algo para hacer, algo para salir de este embrutecimiento
loco al que llamamos rutina diaria.
Al ver que todas las “ovulantásticas” amigas
que tenemos no responden al llamado de la selva, pues se opta por la opción más
fácil y más convencida del libreto: “vamos a levantar viejas”. Debo confesar
que me fascina esa frase tan idiota; a levantar viejas, como si con esas letras
mal ordenadas se quitara el mal sabor de boca de haber dicho antes: “ah, estas
viejas nos sacaron el culo”… pero no queda más remedio que ir a ese plan medio
“boleta” de hacerse el interesante por unos momentos en algún bar o tienda que
se atraviese.
Y henos aquí, en un nuevo escenario para la
transmutación alquimista, esa que convierte a todo metal precioso en licor…
empieza siempre con unas cervezas para refrescar el ambiente de todos y así
entonarlo para que empieza a volverse festivo y alocado, pero obviamente gente
como yo dirá “pero es que solo un par de cervezas no son suficientes”, lo cual
inducirá a todos a comprar licores de mayor grado etílico que retumbarán en las
cabezas por mucho más tiempo del esperado.
Generalmente todo eso sigue sin parte de
novedad en el frente, mujeres van y vienen y se mezclan con las amistades
fingiendo estar interesados en las conversaciones de los unos y de los otros,
pero realmente solo buscando un cuerpo cálido y una lengua astuta para
entretenerse al menos el resto de la noche.
Pero acá es donde ocurre el punto de quiebre,
donde la línea se desdibuja de su andar morrongo y aparece una nueva figura en
escena: la “cougar”. Con sus palabras sofisticadas y altisonantes empezó a
hacer gala de su belleza no solo física sino también lingüística, con eso de
comprar de paso los tragos para que se afloje la carne. Y como nunca había
estado en el otro lado de la conquista y siempre había estado viendo los toros
desde la barrera, pues me fui adentrando en esa alquimia alcoholémica que
mezcla el ruido de un bar, el licor y los buenos oficios de alguien interesado
en uno pero de manera subrepticia.
Y poco a poco fue pasando, como uno dice
vulgarmente, el alcohol va aflojando todo, desde los zapatos hasta las piernas,
y cuando ya vine a caer en cuenta estaba en las garras de ese depredador de la
tundra, de esa señora que utilizó la estratagema más antigua del libro para
“echarse a la muela” a este poco adelantado personaje: dar trago a diestra y
siniestra.
Obviamente no entraré en detalles candentes o
sórdidos de lo que pasó en esas horas comprendidas entre el momento en el que
abandonamos el bar y el momento en el que fui desechado como un objeto más que
ha concluido su vida útil, pero solo diré que mal no la pasé, pero que de todos
modos aún hay muchas cositas que debo aprender en esos ámbitos amatorios y que
debo adentrarme más en ciertos misterios de la motricidad fina de una mujer.
Obviamente tampoco utilicé ciertas frases que les fascinan a algunas mujeres
(me contaron): yo nunca había hecho esto, no pienses mal de mí, yo no soy así,
etc.…
Basta con concluir la historia que la
experiencia fue bastante amena y que me divirtió de sobremanera, pero que en
cierto sentido me sentí “sucio”, utilizado… como una cualesquiera que se dejó
comprar por ciertos licores y por palabras rebuscadas (ahora en francés les
cuento), que me dejé endulzar el oído por esa señorita no tan señorita que hizo
gala de su encanto para “engatusarme” de manera olímpica…
Claro que al otro día las cosas son a otro
precio, uno tiene que salir del lugar en cuestión sin ser muy detectado por los
transeúntes o por los vecinos y encaminarse a su casa, en primer lugar a
bañarse y a quitarse el olor a “lujuria” y a jabón chiquito y en segundo lugar
a hacer un examen de conciencia para evaluar qué carajos fue lo que pasó… y
después de mucho meditar y pensar llegué a una horrible pero sana conclusión:
no sé de qué tanto se quejan las mujeres cuando les pasa ese tipo de situaciones
(a menos que anden con novio, obviamente), se la pasa bueno, se divierte en
grande y se liberan endorfinas por cada uno de los poros… no es una mala forma
de vivir y de entretenerse y deberían estar un poco más dispuestas a todas esas
recompensas de ser la supuesta víctima: se gasta poco, se ríe mucho y se goza
un montón!
Que mando a decir que la pasé muy delicioso, que
el próximo sábado estaré a la misma hora y por el mismo canal, claro que esta
vez haciéndome desear… que gracias!
P.D.: En serio, que la pasé muy delicioso, que gracias!
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