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"Antes era gorda y pobre, ahora solo soy pobre, qué emoción!" |
En
aquellos no tan lúgubres días de octubre del año pasado andaba un poco ocupado debido
a mis compromisos psicolaborales (porque es una locura trabajar en lo que
trabajo), pero más allá de todo ello, me pasó algo sumamente preocupante que me
incitó, me obligó a escribir acerca de esta payasada que viene a continuación.
Resulta,
pasa y acontece que mi trabajo es de todo menos gratificante en cualquier
nivel: es cansón, pesado, monótono y con jefes idiotas (como la mayoría de
jefes que he tenido): creen tener la razón en todo y se hacen los pendejos con
sus propios errores, como dije la otra vez en Twitter: El trabajo es mucho peor
que la escuela, te sientes más atrapado, las reglas son más estúpidas y los
idiotas ahora son tus jefes porque saben lamer mejor el culo de los dueños (y
eso que no utilizo el “soplar porongas” porque me tildan luego de grosero).
Pero
ese es solo el abrebocas, es donde todo empieza; luego de tener que soportar a
los idiotas en el trabajo, lo único que quiero hacer en mis pocos momentos de
descanso es eso precisamente: descansar, dormir como “pata hinchada” (frase sabia
que me enseñó una sabia mujer) y utilizar ese poco tiempo en el famoso
“rasquinball”, para luego leer algo y volver a mi estado larvario.
Así que
dicho eso, sucedió en este mundo que, por azares del destino, estaba buscando
un nuevo proveedor de internet debido a ciertos desacuerdos con mi compañía habitual,
por eso le comenté a una amiga, quien,
de manera desinteresada y muy amable (inserte aquí el lengüetazo), me recomendó
una compañía que supuestamente es la mano de dios en internet: barata, rápida y
confiable. Por ello me comuniqué con ellos y vaya sorpresa, son latinos también
(estamos infiltrados en todos los niveles, latinos multiniveles) y me invitaron
muy cordialmente a una reunión para hablarme de los beneficios del servicio que
ellos ofrecen.
Hasta
ahí, todo parece normal, viento en popa diríamos muchos, parte de normalidad.
Al recogerme el señor para ir a la supuesta oficina ya empecé a notar algo
extraño, algo sospechosamente familiar, pero quise dar un poco de crédito y
confianza a este individuo. Pero al llegar al lugar de los hechos, mis dudas se
despejaron: gente bien vestida (un sábado a las 9 am), todos con cara de
optimismo o desconcierto y con discursitos motivadores a boca de jarro.
En ese
momento solo grité para mis adentros “carajo, no otra vez!”… pero seguiré con
el relato; al entrar por las puertas prístinas de una muy bien adornada sala
rentada en un popular edificio empecé cada vez más a cerciorarme de que estaba
entrando en la boca del lobo menos aventajado de la manada de los timadores, en
la boca nunca satisfecha de una pendejada multinivel.
Porque
ahora todo quiere ser multinivel y lo venden como la octava maravilla del mundo
moderno: vender y trabajar cuando se te dé la gana, sin jefes y sin oficinas
que te succionen la vida, sin horarios y con unas módicas metas y comisiones
que llenar. Es una maravilla en crema número cuatro (que es para las quemaduras
en el trasero) y te promete de manera cuasi milagrosa sacarte del trabajo en el
que estés para ser un empresario con tan solo una pequeña cantidad de dinero y
horas al día, mejor dicho, la panacea. Te ofrecen el oro y el moro para
convencerte, te hablan del negocio del siglo, con casas, autos y hasta aviones
que solo esperan que los compres con tus abultados ingresos cuentagotas pero
rentables.
Te
dicen que todo es posible y te llenan de estupideces optimistas todo el tiempo
(hablaré más profundamente de ello en un artículo que vendrá después titulado
“Autoayúdate que yo te autoayudaré”) que te meten el la clase 101 de lavado de
cerebro para convencerte de que estás haciendo el negocio de tu vida, que es
hora ya de cambiar tus conceptos y hacerte rico de la noche a la mañana, de ser
tu propio jefe para poder insultarlo con confianza y sin delación.
Lo que
muy convenientemente se les olvida decirte es que es no es otra pirámide, sino
un trapecio en los que todos ganan un millón de veces más de lo que invirtieron
(como en los Simpson), que es un muy buen negocio para el que lo inicia y que
tiene a todos por debajo de él, que Amway y Herbalife tienen condicionados a
todos sus usuarios/vendedores para creer que lo de ellos es lo mejor sin contar
con pruebas y que todo no es más que otro cuento de culebrero empresarial
disfrazado con traje y corbata.
Te
tratan de llenar la cabeza de motivaciones absurdas para que trabajes para
ellos pero se les olvida también decir que son solo parte más en el andamiaje
de grandes empresas que salen de sus productos a través de ellas, que son solo
la cara lavada del cooperativismo baboso que hace creer a todos que son una
comunidad solo porque tienen que hacerlo y pagar cuantiosas sumas para asistir
a simposios y seminarios de babas tibias.
Porque
para aquellos que alguna vez han visto a “Los Simpsons”, los multiniveles
utilizan muy bien el lavado de cerebro como los movimentarios “el líder es
bueno, el líder es bello, no hay voluntad, olvídate de ello” y quieren que uno
se trague ese cuento como un “desenfriolito” para la pobreza, o como un
supositorio para la aspereza.
Así que
en esas amargas horas de agonía y sufrimiento pude comprobar en su máxima
expresión la relatividad de Einstein, viendo pasar lentamente el tiempo y lo
peor, con sueño y desesperación total. Es que peor que una charla motivacional
convencional de algún método Silva o algo por el estilo, es una charla de esas
absurdas dimensiones pero en francés; algo así como una boñiga espolvoreada con
azúcar refinada… sigue siendo una mierda y no por ello será una rosquilla de
jalea.
Evidentemente
tuve que hacer gala de toda mi diplomacia para escapar de semejante lugar del
averno y enrumbarme nuevamente a mi vida de estoica apatía: dije que tenía otra
reunión en donde íbamos a hablar de la forma con la que haremos desaparecer a
todos los hijos del cooperativismo multinivel del demonio. Que íbamos
finalmente a comprar granadas y bombas explosivas que se activen con los
aplausos de focas entrenadas que palmotean después de cada discurso del
exponente, con las risas fingidas los asistentes sin cerebro de esa
organización del mal.
Para
finalizar el cuento de la cripta del día de hoy solo debo decir que el
multinivel es cosa de huevos, de muchos huevos… porque tengo que escuchar a un
huevón diciéndome que soy un huevón para luego aplaudirlo como un huevón… es
que hay que tener huevos para aguantar semejante “huevada” matizada levemente
con el discurso ramplón de Paulo Coelho.
Al
final, antes de escapar de ese lúgubre lugar de crecimiento idiota le contesté
a mi interlocutor: Crecimiento interior, claro, a mi páncreas le hace falta un
poco de estiramiento, pendejo!
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