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"Ay, todo está 'divi'...!" |
El cuento comienza de la siguiente
manera: resulta que en breve (no puedo decir en cuánto, por mi propia
protección) realizaré un viaje místico y cuántico hacia la tierra no prometida,
hacia la parcialmente bloqueada Colombia, tierra linda y hermosa que solo sufre
de violencia, mala gente, envidias, calumnias, José Obdulio y de bloqueos.
Es una tierra mágica porque, por ejemplo,
por arte de magia hacen desaparecer millones de pesos de la salud con una sola
firma… o con una sola manotada, al mejor estilo de David Copperfield, hacen
desaparecer un celular en un abrir y cerrar de ojos. Es una tierra prometida,
porque siempre prometen y prometen tierra a los campesinos, pero al final
siempre se quedan los mismos con esas parcelitas chiquititas como el Ubérrimo y
demás aberraciones.
Pero basta de esa descripción del país
más feliz del mundo. Pues como venía contando, ya tengo listos mis tiquetes y
mis menjurjes para viajar por primera vez en casi dos años a la tierra del
olvido y resulta que, como dato curioso, me enteré de que uno siempre debe
viajar con toda la disposición del mundo, pero nunca con las manos vacías…
Es que hombre, es obvio! Ahora que vivo
en un paraíso terrenal más no tropical, un país del primer mundo en donde hacer
dinero es mucho más fácil que comerse un Loquiño en una buseta, queda mal, de
quinta, hacer una visita sin algún tipo de regalo para toda la familia y para
todos los conocidos.
Al principio me negué a entregarme a ese
estúpido consumismo que me fascina pero solo cuando compro cositas para mí,
pero al ver la horda de gente que conozco no tuve más remedio que la de entrar
en el maravilloso mundo de las compras, del shopping que tanto aman las mujeres
(bueno, no todas… también me he topado con “marcianas”).
Así pues me di a la engorrosa y ardua
tarea de hacer una lista de Schindler de todos aquellos a los que debo
llevarles algún tipo de detalle, un regalo prometido para que así no se sientan
enajenados contra mi pobre humanidad. Ese fue el primer bache en el camino: a
quiénes meter y a quienes sacar? Qué regalo se debe hacer a cada uno? Se hablan
entre ellos para que los regalos sean del mismo precio? No se hablan entre
ellos para llevar el mismo regalo?
Debo decir que es una ardua labor esa de
imaginarse todos esos parámetros de búsqueda en burbuja, pero con paciencia y
con mucha imaginación logré más o menos hacer ese análisis de mercado
concienzudamente.
Ya habiendo definido todo, pues me
dispuse a recorrer la tundra de cemento para buscar los dichosos regalos. Al
principio diré que todo iba viento en popa: llaveros, imanes y demás son la
salvación del viajero… sé que siempre he odiado esos regalos, pero ahora que ya
soy un viajero entiendo la practicidad del asunto: solo deben tener algún
logotipo o marca distintivos del lugar en cuestión para que la gente diga “al
menos trajeron algo” (en tercera persona casi siempre). Y sé que muchos mi
tildarán o me etiquetarán inmediatamente de tacaño o facilista, pero mis bien
preciados amigos y cofrades, el bolsillo no da para llevarles carteras Gucci a
todos, pónganse la mano en el considere!
Luego vino el regalo de los hombres y
pues como yo soy un digno representante de este maravilloso y golpeado género,
no fue difícil ponerse en la cabeza del otro para imaginar algo que le guste…
Porque los hombres somos muy básicos en eso de las compras y, generalmente, nos
contentamos con lo primero que se nos cruce por la mirada (sino, miren a mis ex
novias): “unga unga, camisa rota… mi necesitar otra camisa” y ya, no es más, es
salir a cazar a otra camisa hasta del mismo color y de la misma marca para no
cansarnos (y dicen que no somos fieles) y así estar contentos por otro largo
periodo de tiempo.
Y como tan acostumbrado estoy a comprar
cosas sencillas y como con la mayoría de mujeres con las que he estado son
medio “alienígenas”, no le veía el problema del shopping (una vez trataron de
atraparme en ese “fabulantástico” plan, pero logré escapar victorioso), así que
ahora me encaucé a buscar el regalo de las mujeres… y ah cosa pútrida!
Casi me vuelvo loco! Ahora entiendo
porque las mujeres tienen la cabeza rayada! Qué cosa tan brutal para haber
cosas para ellas a precios desorbitantes oiga! Que colores, que marcas, que
cositas, que esto, que lo otro… ah! No jodás! Todo tiene problema!
Ropa es evidentemente lo más difícil de
comprar sin la paciente, porque a uno que no sabe ni cuántos clavos van en una
pared y que le toque saber la talla, peso, busto, pierna y centro de cadera de
la víctima es una cosa muy cansada… Incluso recurrí a una amiga para que me
ayudara, pero ella, siendo toda una mujercita, se negó al plan porque aún no se
había arreglado y pasarían horas antes de que estuviera lista. Qué
mortificación!
Pero bueno, con la ayuda de una bella
dependiente, mentiras, no era tan bella físicamente pero se portó como una
princesa al ver mi desconcertada mirada frente a marcas, colores y rayas, logré
hacerme a un regalo digno para algunas mujeres que conozco.
En ese momento ya mi paciencia estaba
casi a punto de agotarse, pero después de pagar la factura y agradecerle de
sobremanera a la niña en cuestión, volví a armarme de valor frente a esa
hercúlea tarea. Y vi con horror que mi viaje apenas empezaba: precios, marcas,
rebajas y demás guindaban de toda estantería para embrutecer de golpe al
paciente; compre 50 aretes y llévese un tampón gratis, 70 manillas por la
compra de 15 camisetas de diferentes tallas, paca de 8425 toallas higiénicas
por tan solo 10 dólares y la encimamos una pelota anti estrés, 75 cremas
faciales para desmaquillarse en un solo combo… rehidratantes, hidratantes, hidrantes,
desecantes, humectantes, desodorantes, cosecantes y todo tipo de “antes” que
antes no conocía…
En ese preciso momento me sentí como cuando,
al final de Matrix, Neo (el elegido) empieza ver ya no en colores o formas,
sino en código… solo veía números y códigos encriptados para resolver la forma
de escapar con vida de esos templos de estrógeno que pululan en los centros
comerciales.
Al final, y después de comprender que hay
785.573 variedades de pepitas para adornar y después de utilizar toda mi teoría
del color que con tanta paciencia me enseñaron en la universidad para saber qué
tonalidades son compatibles entre ellas, qué gama debo usar con un fucsia y que
toda una “pantonera” no es suficiente para guiarme en el mágico mundo de la
moda femenina, logré escoger ciertas cosas para las mujeres que conozco; no
para todas, debo admitirlo, pero por lo demás y muy en serio, que se den por
bien servidas, porque toda esa tarde que perdí en ese mundo de frenesí femenino
no me la va a devolver nadie.
Así que por eso ya no temo a ningún tipo
de infierno que me manden, porque ya fui de shopping… o a lo mejor eso será mi
salvación, San Peter o Alá verán mi expediente en el día de mi muerte y dirán:
no le hizo bien a nadie y nunca creyó en nosotros, se pasaba los altos y se
dejaba golpear por las mujeres, hacía trampa en los impuestos y nunca daba nada
a los pobres, todo lo anterior siendo causal de expulsión inmediata a las
garras de Lucifer y Asmodeo… pero, un momento! Paren el edicto! Este pobre
hombre le tocó algún día ir de shopping! Y lo peor, solo con su imaginación
para saber los gustos de las mujeres!
Y en ese momento saldrá Dios, apartará a ángeles,
arcángeles, tronos, potestades, querubines, serafines y demás sin fines, y dirá
con su voz eterna y dulce (como la de Alf): “TU YA ERES SALVO HIJO MÍO”!
Amén hermanos!
Ya lo sabía, el infierno, el purgatorio y el cielo están aquí en la tierra. Lo dice la modernidad.
ReplyDeleteVivir en Nariño, en Pasto y otras ciudades de estos lares, es garantía infalible para se SALVO. El reciente paro cafetero, camioneño, ñero, ha demostrado la fragilidad del sur colombiano. Como dice la suegra de un amigo: haber gente así. Si los nariñenses hemos sobrevivido así, abandonados, sobajados, maltratados, etc, pero al menos se que no habrá prueba alguna que no podamos superar, tenemos doctorado en sufrimiento y siempre saldremos victoriosos y como decía un tema de salsa: Pronto llegará nuestro día de la suerte, la cual debemos construir nosotros mismos.