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"Me encontré!" |
Las historias asombrosas de la gente que
alcanza las súper metas cada día nos llegan más, sea vía Facebook o vía Coelho,
todo es posible ahora, sea gracias a la fe, a la voluntad o a meterse en un
reallity. Tenemos ejemplo tras ejemplo de cómo se deben hacer las cosas para
alcanzar la felicidad tan anhelada, de ser exitosos y completos.
Gente que pinta con los pies, toca guitarra,
que ganan medallas olímpicas a pesar de ser ciegos, Vicepresidentes que llegan
a ese cargo sin siquiera tener cerebro, precandidatos presidenciales que ponen
vallas sin siquiera saber hablar, etc., son los lugares comunes de muchas fotos
que se pasean por la red; solo debo decir: bien por ellos. Claro que los admiro
y que son casos extraordinarios, pero de ahí a que todo el mundo se valga de
eso para decir que no alcanzamos nuestros objetivos por falta de fe o de
tenacidad, hay mucho trecho.
Hace algún buen tiempo inicié a trabajar en
una empresa en el área de ventas (no voy a decir nombres) y obviamente uno debe
meterse en un curso de inducción en el cual le enseñan, no solo los valores
propios de la compañía, sino las metas, objetivos y la motivación para cumplir
a cabalidad todo lo que exija la empresa. Es todo un karma! Hay que sonreír
como idiota y asentir ante toda babosada que diga el orador de turno, alguien
que por derecho propio se ganó ese lugar de estar aburriendo a otros con lo que
ya lo han aburrido a él. Pero generalmente los encargados de estas charlas son
personas que se han comido bien el cuento, que se han metido en la cabeza esa
pasión eterna por las historias asombrosas.
Es que ahora que nos salvamos de los mayas, el
tema de la autosuperación es más poderoso que nunca; ahora que vivimos en un
mundo que nos aprisiona a cada momento, necesitamos algo de que asirnos para
sustentar nuestras manías diarias.
Y así pues, ha nacido la superación para
“dummies”, la auto superación babosa que llena, que digo llena, colma los
anaqueles de cualquier librería en busca de incautos que llenen los bolsillos
de los pseudo escritores o pseudocomediantes del despecho: esos escritores sin
escrúpulos que se jactan de llenar página tras página de hilarantes
conversaciones para reflexionar lo absurdo.
Porque bien que las religiones nos han llenado
la cabeza durante miles de años con superchería divina para acallar nuestras
penas y de paso nuestro sentido común, pero desde hace algún tiempo llegaron
los autores del crecimiento personal que utilizan amalgamas extrañas para así
vender soluciones baratas pero bien acomodadas a cuanto menguado se les cruce
por el camino.
Pero vamos por partes; el cuento del
crecimiento personal va más allá de mis odiados Paulo Coelho o Deepak Chopra,
esa cultura barata del “new age” de despertar conciencia con granos de trigo
reforzado viene desde los hippies (mugrosos esos) que intentaron resolver la
ecuación de la vida con yerbas fumadas y ácidos perláticos. Luego vino el yoga,
el panteísmo y la moralina que se refritaron para el consumo de las masas.
Ahora se consolidan esas nuevas cositas con fundamentos de todo tipo de
religiones: hinduismo, budismo, islamismo, pendejismo y también un poco de
cristianismo, para que sus ávidos pero volátiles consumidores regidos por el
Papa no se sientan que están incursionando el la magia negra (pero ven con
buenos ojos a Harry Potter y la Piedra de Afilar).
Claro que el máximo exponente la
“estupidización” colectiva de almas débiles y en pena es mi señor Paulo, el
Coelho ese que se impone en librerías y semáforos desde que publicó su Best
Seller “El Alquimista”. A los católicos de mente blanda les fascina el
condenado ese, más allá de que el solo título hable de magia negra que tanto
critican y que tanto prohíbe la amada iglesia. Cada frase acartonada de ese
cuento mal copiado (porque es una copia barata señoras y señores) muestra
elementos básicos del cuento para niños pero llevado a una forma en que una
mente infantil se crea adulta por leer unas cuantas palabras altisonantes. Nada
más.
Mi altivo esnobismo me hace desdeñar casi de
inmediato a tal comediante, pero no entraré a decir que las masas son
ignorantes e iletradas y por eso aman al mercachifle ese, no señor! Tampoco
diré que la falta de carácter y de disposición a la verdad sea la que llene las
mentes baratas de mentiras cálidas de ese señor, faltaba más! Haría mal yo al
llamar “consumistas ignorantes” a todos aquellos que degluten tan insípido
platillo de la literatura boba, nunca! Simplemente me dedicaré a decir que
deberían evaluar un poco mejor lo que leen, decirles a viva voz que el amado
Almanaque Bristol contiene información más valiosa e interesante que leer “Las
Mil y Una Noches” del Brasil, decirles que las verdades a medias son peores que
las mentiras completas.
Los libros de autosuperación personal
camuflados de historias trascendentales explotan, además del bolsillo, el común
imaginario del ser humano, esa fascinación por los presagios y los adagios
místicos y mágicos, de esa información vedada a los ojos del incrédulo haciendo
así al lector parte de una élite iluminada y privilegiada por obtener tales
poderes de prestidigitación camuflada con camándulas y frases de la Biblia
(aunque no tengan ningún sustento científico de ello). Por eso es que desde el
oráculo de Delfos hasta el “Waltermercadismo” la humanidad ha estado fascinada
por todo aquello que parezca venido de una fuente divina (y ovejuna) que le
libere de la opción de pensar y de cargar con sus propias culpas. Confiar en
cuentos y en sueños es seguir la voluntad divina, porque “los sueños son el
lenguaje de Dios”… por ello, con esa simple frase se salva el alquimista aquel
de entrar en a brujería que su público católico tanto desprecia (así hagan
novenas y rezos a muertos).
Pero pongamos más en claro la sapiencia
superflua que emana de ese manantial de babosadas brasileras; toda frase que
declama en su aclamada obra del consumismo sentimestrual tiene un esnobismo
bobo venido del sentido común (que no es el menos común de todos): “Cuando
deseas alguna cosa, todo el Universo conspira para que puedas realizarla”…
Realmente, frente a tal afrenta contra la razón del causalismo antropomórfico
acomodado al sustancialismo cosmológico con un toque de “pendejismo”
egocentrista, quedo totalmente sin palabras. Y eso que no me quiero meter de
lleno contra el tal Riso ese pariente de Chichorizo, que en sus frases vacuas
enseña cómo se debe enredar a alguien para que se sienta especial viendo el
amanecer sin metas claras en su vida. La verdad, estos autores son prueba
fehaciente de que los humanos solo utilizan el 10% de su capacidad mental, porque
si se esforzaran un poco más creo que despreciarían a toda esa sarta de
eufemismos de la misma manera en la que descartan a los unicornios rosados que
habitan en los zapatos.
Además me imagino a las verdaderas grandes
mentes leyendo a estos éxitos de la autosuperación, a Einstein pensando que la
materia es igual a la masa por la luz que ilumina el alba cada mañana por la
ventana al cuadrado, o a Galileo Galilei diciendo “a pesar de todo se mueve,
pero como las mareas que van y decrecen sobre la playa de los sueños”, o a
Torricelli afirmando que “vivimos en el fondo de un mar de aire, pero un aire
esperanzador de amor y dicha, cual árboles al respirar”. No, ellos solo
hicieron las cosas y no se pusieron a reflexionar sobre lo ridículo de la
condición humana, como lo dijo Konrad Lorenz “La verdad en la ciencia puede ser
definida como la hipótesis de trabajo que mejor se ajusta para abrir el camino
a la siguiente mejor ajustada”.
Por ello digo que basta ya de superación
personal, basta de Milo para el ama (donde la meta la pones tu) y hagamos
nuestro propio manual de crecimiento interior (como si los calzones debieran
crecer) y digamos que antes de criticarnos, que intenten Autosuperarnos y así
poder usar todo el tiempo frases reales como mantras, sin idioteces y con
argumentos un poco científicos, porque recuerden lo que dice el poderoso
Friedrich Nietzsche: “La salvación de la humanidad depende más de la nutrición
que de una curiosidad teológica”. Yo añadiría, incluso más allá de una
curiosidad mercantilista para almas maltratadas.
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