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"So give me Coffee and TV" |
Mi vida es un poco compleja, un poco laxa y bastante pendeja
debo admitirlo; me levanto, no desayuno, miro Facebook, comento un par de
babosadas, salgo a trabajar, luego a estudiar y finalmente nuevamente a la casa
(mierda, por algún lado es que se me olvida comer); a esas horas me pongo a ver
algo porno… por no aburrirme, escribir otra desgastada historia en Word y de
ahí a mal dormir. En eso transcurren mis días y mis noches, debo admitir que
poco es lo que me saca de esta rutina proletaria: alguna fiesta, alguna feria o
alguna mujer festiva que “feast the beast” por al menos unas contadas horas.
Y en estos momentos de efervescencia (porque me estoy
tomando un Redoxon) y de calor (porque aún tengo prendida la calefacción) me
pongo a pensar y me digo a mi mismo: mi mismo, qué carajos me hace falta, por
qué carajos ahora tienes tanto tiempo libre, piensas tanto en tantas maricadas,
lees y razonas acerca de las cosas más pendejas del mundo? No creo que sea por
mi falta de mujer o compañera permanente, lo dudo mucho ya que eso ya me había
pasado; no creo que sea por mi falta de oficio, que bastante ahora tengo; no
creo que sea porque me he vuelto más agudo y perspicaz, porque siempre lo he
sido (que lo sepa el mundo: no sufro de falsa humildad).
Debo admitir que no encontraba la respuesta a esas alocadas
preguntas que me flagelan día a día, que me ponen a rumiar incontables horas de
insomnio; hasta que en un momento de sublimación, de exaltación, casi de
inconsciencia (porque estaba tirado en el piso), en ese momento en el cual mi
rótula izquierda fue a parar estruendosamente contra el borde superior de un
televisor que no he prendido desde que me lo regalaron y que aún se encuentra
en el piso, en ese momento en que me desplomé en la alfombra sin más remedio
que maldecir mi suerte de haber recogido a ese aparato hijo de las setenta mil
hijas de p… bueno, me entendieron, en ese momento en el que pensé que debería
continuar mi vida con una pierna menos debido a que el golpe casi me amputa mi
extremidad, en esos contados segundos que parecieron horas completas de parto
sin analgésicos, en ese delicioso y sutil momento llegó a mí la respuesta vía
parenteral (porque me dolía hasta el ombligo): me sobra tanto tiempo para
pensar idioteces, dibujar pelotudeces y escribir cuentos del demonio por el
simple hecho de que no tengo televisión.
Ahora comprendo que eso es lo que le falta a mi vida, a mi
rutina diaria, a mi tonto proceder hogareño; es que ya llevo 10 u 11 meses sin
digerir nada de proteínas televisivas, eso debe ser lo que le falta a mi
consciencia para acallarse a sí misma y de una vez por todas, regresarme a mi
estado larvario y sin pensamientos concretos.
Pero lo que es más triste de confesar es que debo admitir
que me hace falta alguien de mi pasado, quien estuvo conmigo en las buenas y en
las malas; aquella figura hermosa y pequeña, sutil, dócil y reducida que
iluminaba mis días y mis noches con sus poderosas 14 pulgadas (que bueno que no
hablo de un hombre, porque si fuera así, que dolor tan…); me falta mi televisor
L.G. de 14 pulgadas de sonido Monofónico comprado en alguna tienda de San
Andresito de Manizales.
Extraño a mi negrito, a mi televisorcito (ese cacharrito es
mi perol), ese tubo catódico adornado con ese elegante y vistoso color negro de
sus acabados redondeados y de sus botones que al final ya no servían para nada
más que para estorbar al momento de apagar el dichoso aparato. Extraño a ese
residente que me acompañó por toda esa travesía que hice a través del territorio
nacional (ay, no fue tanto) durante todos estos años: me acompañó sin rechistar
nunca desde la falduda pero educada Manizales (del alma) hasta la fría pero
divertida Bogotá (Bogotá Positiva).
Es que recuerdo con mucha nostalgia los momentos en los
cuales me hice de él por allá en el año de 1999 (ya parezco un abuelo); aquel
día hermoso en el cual uno de mis mejores amigos (con quién lastimosamente no
hablo hace mucho tiempo pero de quien sé que es todo un caballero), espigado él
y con una prosa florida me acompañó a cazar a algún televisor en las montañas
de San Andresito con devaluados 300 mil pesos (sí, yo también fui pobre,
también tuve 20 años y un corazón de vagabunda). Ese día lo vi, ahí, tan solo
entre sus congéneres que me ofrecían otras cosas, que fue amor a primera vista
(como solo me ha pasado unas cuantas dos veces, la otra fue con mi iPhone
–dah!-).
Desde ese momento tuve una relación hermosa con ese ser y
sobre todo con todo lo que me ofrecía: una parrilla televisiva a la carta para
deleitarme no solo con la estupidez de los canales nacionales sino con la
irreverencia de algunos internacionales. Pasaba horas enteras viendo series,
películas y novelas (sí, mea culpa) sin más pensamientos que los que me daba a
mascullir el dichoso aparato. Veía como el mundo gozaba y pasaba en otros
lugares del planeta, lo veía de forma casi gratuita y ahora estaba al alcance
de mis humildes manos. Y no es que no haya tenido antes un televisor, de hecho,
en mi casa compraron televisor con control remoto desde el año de 1981 (gente
pudiente y pujante carajo… sobre todo lo pujante), sino que éste era totalmente
mío, de yo, “miyo” como dice la sobrina de una amiga que viene del país al cual
voy a hacer referencia a continuación.
Me deleité como loco con toda esa hermosa “perubólica” que
nos inyectó desde La Cocina de Don Pedrito que cualquier plato para 50 personas
se hacía con tan solo 2 soles, me divertía días enteros viendo Torbellino en
Frecuencia Latina, que va para arriba contigo; hice mío el mundo con la
cosmopolita Laura Boso que me enseñó que siempre hay que llamar al amante y
evidentemente me reí con las aventuras de todo ese “manga” que presentaban en
América Televisión o en Panamericana (Panamericana es Panamericana en todo
sentido!); sé que va a sonar algo chocante, pero sabía más de lo que pasaba en
el país Inca por 90 segundos y Contra
Punto (creo que ahí hacían el “ampay de la semana”) que de lo que sucedía en
Colombia. Nota rápida: también me fascinaba de manera exagerada J.B. Noticias y
La Paisana Jacinta, hasta el punto de saberme los diálogos.
También vi muchas series y novelas (sí, mi ego me duele cada
vez que digo eso); voy a ver si puedo acordarme de algunas y también si usted
apreciado lector vio o supo de estos programas: Vi la Costeña y el Cachaco
(cariño y amor) con la que me molestaba mucho por la temática un amigo que se
llama Andrés Felipe; El verdadero Rodrigo Leal (con la canción de Miguel Bosé),
Pobre Pablo, que me fascinaba, en especial María Alcalá, encarnada en Carolina
Acevedo ,y Fanny Lu (que bizcochos Dios mío). De series si vi una que me marcó
para toda la eternidad que es “El siguiente programa” que es un producto de la
tele, en donde aprendí que hay gente igual de criticona como su humilde
servidor; y obviamente todo enlatado que se me atravesó, desde Friends (serie
de la cual odiaba a Phoebe) hasta Two and a Half Men (donde aparecía mi héroe
personal Charlie Francis Harper) … Los Simpsons no podían faltar como en 20
canales a la vez y una que otra serie rosa de The Film Zone (buenas historias).
Pues como lo podrá notar mi querido lector, conozco mucho
del tema, y tal vez por eso vivía feliz, como una perdiz con regaliz, divertido
hasta el cogote por todo lo que me lanzara ese animalejo en RGB, embebido por
el pensar de otros, sin pensar en las cosas que pasan en el mundo, en el país
del divino miembro ni en mis narices.
Y es por eso que ahora me ahogo en mis letras, mis escritos
y mis comentarios, en mis pinturas y en mis danzas acrobáticas, para llenar el
vacío que me dejó el no tener televisor en estas tierras gélidas de la estepa.
Ahora quién podrá defenderme de mi crítica y de mis
comentarios incisivos? Ahora quién me alejará de ese mal camino del pensar por
mí mismo? Quién podrá socorrerme cada vez que me viene una de esas jaquecas con
imágenes a las que les llaman ideas? No lo sé, es que no me he animado a ver
televisión acá (que es caro y no sabe a bueno…), ya que el idioma me está
pateando un poco las espinillas y la verdad su humor es algo baboso y
aletargado…
Tal vez deberé hacerme pronto de un aparatejo de esos, que
sirva eso sí para algo más que para cortar el impulso nervioso entre el córtex
y el nervio distal del pie, para no pensar más, para entregarme nuevamente a mi
vida de serenidad y confort, de música para soñar despiertos por Veracruz
Internacional (eso solo lo conocen los de Manizales), para hacer lo que el
regente y la mujer digan.
Aun así, debo admitirlo: Te extraño mi negrito de 14
pulgadas… algún día me reencontraré contigo y recordaremos buenos momentos en
los que te veía sin cesar, haremos nuevamente un recordatorio de toda tu prosa
hasta que me sangren los ojos o me den convulsiones.
Negro hermoso, hazme sentir toda tu furia y hazme ver todos
los colores con tus 14 pulgadas!
P.D.: Es una verdadera lástima que se haya acabado “El
Siguiente Programa”, me hacen mucha falta los comentarios incisivos y
destructivos de esos dos personajes. En verdad hace falta un programa que hable
de la realidad del país sin tapujos ni falsos patriotismos pendejos que crecieron
de un tiempo para acá, que solo buscan tapar el sol con un dedo (el del medio
supongo) y no dejan ver la idiosincrasia del colombiano del común y de su mundo
farandulero.
P.D.2: Para que no sufran ni digan que yo boto las cosas,
que las saco de mi corazón de manera útil y cómoda, sépanlo bien: mi negrito
aún vive y colorea, está guardado en la casa de mis padres con otros preciosos
recuerdos de mi vida, de aquella que abandoné para venir a este “francesbuloso”
lugar. Lo extraño de verdad porque me iluminó durante mucho tiempo, las
personas, amores y lugares pasaron y se olvidaron de mí de manera práctica,
pero mi negrito siempre estuvo ahí para mostrarme algo al menos de que reirme.
Otra historia: Recuerda cuando viajamos al Ecuador de paseo y en el que compramos un abuelo de tu querido negro de 14, un LG de igual tamaño y lo trajimos a Colombia. Que odisea!. Primero nos virlaron el cupo de regreso en avión, por un mal llamdo colega. Segundo, El difícil trayecto Quito - Tulcan, debido al delicioso aroma de los pies de un indígena cotacachi, en lenguaje informático, nos formateó la ROM. Tercero. Los "tombos" ecuatorianos de la frontera, queriéndonos decomisar al patriarca negrito y la consabida propina que hubo que dar. Lo que hay que hacer por los seres queridos, perdón, por las cosas deseadas.
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