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"Pero que zanahoria más sexy..." |
Vengo a
hablar de un tema que me apasiona (pero no mucho porque la pasión es enemiga
acérrima de la razón) y es el consumo de alimentos. Muchos que me conocen
sabrán de mi fascinación por la comida, sobre todo la chatarra, y por mi
apetito casi sin límites, sin contar con mi paladar “piquisabroso” que me hace
gastar más de la cuenta mes a mes.
Pero hace
poco que entré a la onda de la seguridad alimentaria empecé a cuestionarme el
alcance de mis comilonas en mi vida diaria. Es cierto que he tratado a mi
cuerpo como a un vil basurero durante muchos años, entregándome sin delaciones
a los placeres bajos de las comidas saturadas, los refrescos de cola que pueden
deshacer una carne en una noche y a los alcoholes que tanto me alegran. Pero en
algún momento decidí parar esa ingesta maligna, no del todo porque el
“trancazo” puede ser mortal, pero sí paulatinamente para así limpiar un poco mi
cuerpo no tan decadente de más de 15 años de groserías alimentarias.
Y
arrancó esa mórbida curiosidad de saber cuántas calorías hay en un brócoli y el
proceso de la insulina en el cuerpo después de consumir una gomita de azúcar;
miles de páginas de información hay para consultar en internet y millones de
recursos para saber cuán gordo, flácido o patético es uno. Encontré también
centenares de teorías acerca de cómo rebajar algún kilo de más o cómo colocar
la pierna para que el ejercicio abdominal sea más efectivo.
Al
principio me parecieron un poco superfluas algunas de las lecciones que
aprendía, pero luego me di cuenta de que era verdad, que había maltratado mucho
a mi pobre pero delicioso cuerpecito, que estaba someramente sano de pura buena
suerte y de buenos genes, porque de otra manera habría ya fenecido con
semejante desastre gástrico.
Así
pues, poco a poco empecé a cambiar mis hábitos alimentarios de la mejor manera
que pude, eliminé muchas de las grasas transexuales que ingería, abandoné el
pollo porque mi maestro Evo Morales con su asezorra de modas Nathalia Parïs ya
habían pregonado a los cuatro vientos de que ese alimento lo volvía ultra gay a
uno pobre, abandoné (parcialmente) mi ingesta de bebidas carbonatadas y me la
pasaba tomando solo agüitas y un poco del Té Chino del Doctor Ming (muerte a
Ming!!!!).
Eso
está muy bien, he aumentado mi capacidad intelectual (aún más), vivo más ligero
y menos congestionado y mi organismo ha logrado deshacerse de muchas toxinas
que acumulé por años (p.s. alguien ha visto alguna vez una toxina?)… obviamente
no iba a acabar con todo en contados días, pero he de decir que me ha servido
mucho.
Entonces
uno empieza a comer “mejor”, con brocolitos y lechuguitas que calman el
apetito; porque antes para bajar de peso solo se hacía ejercicio y listo… pero
ahora toca saber cómo funciona el ciclo de Krebs, los adipocitos, los desenfriolitos,
el ATP, el ARN, la EPS y demás siglas extrañas para quemar esas feas calorías y
ponerse regio. Que 20 litros de agua por hora para limpiar el organismo, comer
galletas integrales que le van desintegrando los testículos a uno, nueces para
remplazarlos, aromáticas y matecitos.
Y así
poco a poco uno va bajando la ingesta también de carnes porque tienen muchas
hormonas, porque el ácido ha sido malo, porque hay que digerir mucho tiempo y
por no sé cuantas bobadas más.
Pues así
fueron trasncurriendo mis días con sus noches hasta que en una tarde calurosa
estaba yo en un restaurante y vi que había ya pedido mucha de mi comida cuando
caí en cuenta (o de la cuenta) de lo que estaba comiendo: una ensalada que
venía con 30 clases de yerbas, rabanitos dulzongos, pedacitos de fruta picada y
trocitos de pan tostado, todo recubierto de vinagretas frutales y balsámicas,
una ensalada que venía engalanada con una hermosa fruta encima para el deleite
del paladar y de “las vistas”… y en ese momento me sucedió lo inevitable
cuando uno se vuelve “vegano”: se me corrió el D.I.U.! El rímel empezó a
escurrirse por entre mis ojos húmedos y la copa de mi sostén hizo un sonido
onomatopéyico que no puedo describir con palabras, mejor dicho, casi empiezo a
ovular, por Dios!
En ese
momento me di cuenta de que me estaba convirtiendo en un ser bajo y vil que
utiliza una antigua palabra que quiere decir “ser mal cazador”: Vegetariano!
Horror
en la matriz, qué me estaba pazzzando dios bendito, en ese crisálido momento
algo muy en mi interior (no voy a decir en qué parte) gritó: “carajo, eres un
Hombre, cómo demonios estás comiendo esas ‘joteces’, por qué no comes algo
digno de un macho!”
Media
hora después, después de hacerme desinstalar el Dispositivo Intra Uterino y quitarme
las medias veladas, después de quitarme las zapatillas escarlatas y la ropa
interior rosa, estaba ya comiendo algo digno de un hombre: 500 gramos de carne
medio cruda con papas y cerveza, y mientras la sangre se me escurría por los
intersticios de la boca que desgarraba esa deliciosa presa con mis colmillos
venidos de la evolución, sonaba en mí una canción que me hizo recordar lo que
soy: “I’m a Man”!
Claro
que seguiré con mi limpieza normal, comiendo avena y frutas, porque tampoco son
tan malas, pero yo, volverme vegetariano yendo en contravía de la evolución?
Jamás!
Por eso
he cambiado mis principios alimentarios, como un poco más sano, pero sin irme a
esa neo política nacida de un new age que se basa en respetar a la naturaleza
salvando a una vaca pero destruyendo miles de hectáreas para cultivar soya o
aumentar los gases de invernadero por traer comidas desde el otro lado del
mundo. Así que es cierto, como mejor pero como un hombre, porque lo que hizo
desarrollar el cerebro primigenio del homo habilis no fue una manotada de
perejil en salsa de ajo, fue la ingesta de carne, ello nos ha llevado a ser la
especie dominante en el planeta y la única que se ufana de tener tecnología y
ciencia.
Es mi
experiencia personal, espero que los vegetarianos no me ataquen a muerte por
decir que la carne es deliciosa, o que los niños deben comer carne para que no
mueran por falta de proteínas como le pasó hace algún tiempo a un infante en
España. Por otra parte, las teorías de los veganos van hacia el animismo, y eso
diría que las plantas también sufren al ser digeridas, hipócritas.
Y así,
con mucha fuerza y con mucha testosterona expulsé y exorcicé al vegano interno
que tenía, lo mandé de ipso facto al clóset!
Slow
down Tinkerbell, eat meat ‘matafacka’!
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