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"Pimp my Bling Bling" |
Estaba haciendo una navegación a través de la web, a través
de YouTube, recordando viejos videos y buenas canciones que me gustaron en
algún momento y tuve la fortuna de encontrarme, además de miles de anuncios de
Vevo vendiéndome cosas que no necesito y que jamás voy a comprar, con una perla
musical venida de mi país, de ese país del Sagrado Rostro y consagrado al
Corazón de Jesús, de ese país curado de sus males con mata de sábila y babas de
Uribe.
Han pasado los años, y aún no puedo creer como se mueven,
como bailan esas dos negras hermosas! Esas dos diosas de ébano que aparecen en
el video de Choquibtown llamado “Somos Pacífico”; esas dos que lucen sus
deliciosos y torneados cuerpos negros, que despliegan tal talento al bailar y
rebotar en sí mismas al son de la marimba que hacen enmudecer a cualquier
mortal con tan solo su bamboleo. Tienen una capacidad de baile inconmensurable
que viene solamente inscrita en los genes y no puede enseñarse, ya que es una
cualidad propia de la raza negra.
No puedo más que asegurar que son idénticas en la forma de
bailar a las quebecas (dícese de aquellas mujeres nacidas en la provincia de
Quebec, Canadá), que sueñan con moverse a ese ritmo del pacífico, ese ritmo
traído del áfrica negra y mezclado con la cultura americana… como dijo un amigo
(bueno, mal amigo por lo chismoso), para bailar de esa agraciada manera
deberían volver a nacer; además, es cierto que yo tampoco puedo hacerlo, no
puedo moverme con esa sutileza cuasi erótica que poseen los representantes con
piel oscura, de paso ni siquiera intento brincar de manera enajenada los ritmos
irlandeses que suenan en estas tierras, pero al menos no hago el ridículo
creyendo que lo hago bien, que bailo con ese talento de la raza negra solo
porque haya tomado dos o tres clases en ese barcito de mala muerte y de ética
reprobable llamado Salsathèque, en ese nido de cucarachas y Daddy Yanquees
pobres, en ese lugar oscuro y avejentado, parecido en lo palurdo y en lo
ordinario a las discotecas de mala muerte de los años setentas de la ciudad de
Cali, llenas de espejos y luces estridentes, llenas de sillas de peluquería
pobre y llenas de sombríos personajes que no saben ni combinar una camiseta
blanca con una gorra de los Yankees de Nueva York (y yo criticaba a mis
compadres de la primero de mayo por hacer eso), que solo les falta el mocasín
blanco y el sombrero de ala ancha de medio lado, para parecer proxenetas mal
pagados que llevan a sus meretrices a bailar con todo aquel que tenga el dinero
para comprar sus amores. (aunque acá, me contaron por televisión, que ni
siquiera cobran porque sueñan con hablar “poquito español” y bailar dando
vueltas de fantasía sin ritmo alguno).
Ah lugar del demonio ese con su "blinblineo" atorrante y su falta de urbanidad, que solo me lo vuelvo a encontrar
en mis pesadillas, que me hace pensar que para ser ordinario no hay fronteras
ni límites, ni idiomas ni razas, ni fechas ni culturas, solo se necesita hacer
las cosas mal, o peor aún, copiarlas mal y, señores y señoras que van a
Salsathèque, ahí se hacen las cosas de la peor manera. Pues es evidente la
desgracia que agracia el lugar cuando se entra por una escalera de pésimos
acabados y que luce orgullosa en sus paredes un mal terminado mural de
pescadería con uñas, de colores mal combinados y de técnica deficiente. Se ven
también todos esos horripilantes detalles ya mencionados que adornan el lugar
con su falta de clase y estilo, con su ordinariez y con su falta de porte y
presencia de la que se ufanan tanto los hijos de la madre Francia (nota corta:
acabo de enterarme que la palabra “ordinariez” SI existe en el español).
Además, no sé por qué lo llaman “Salsathèque” si el 90% de la música que ofrece
ese lugarejo de pacotilla es Bachata y más Bachata…
Sé que suena a queja el texto, pero no es así, no se
confunda mi extraviado amigo, es una crítica destructiva, un misil teledirigido
con saña, que busca traer a la verdad y al orden a los latinos que se van a
untar de semejante lugar de baja calaña, habiendo mejores lugares para bailar
los ritmos de nuestras tierras en esta ciudad canadiense que ese antro de
perdición y sobre todo de mal gusto; y de paso también, en aras de hacer un
bien común, tratar de llevar al buen camino a los quebecos y a las quebecas
para que sepan que latino américa no solo es coca, mariguana, café y “latina
caliente”.
Ese es el lugar que queda en la Calle Peel, por eso no dudo
en llamar a esta descripción bochornosa: “Pesadilla en Peel Street”.
P.D.: El artículo comenzó en verdad como una oda hacia las
dos morenas que no son mías pero que bailan hermoso en el mencionado video (http://www.youtube.com/watch?v=reB4YLs-49U),
pero luego me hizo recordar estos sentimientos de desprecio frente a ese
adefesio cultural, a esa aberración de colosales proporciones ubicada sobre la
calle Peel, y las palabras brotaron de mi boca como una cascada e inundaron la
página en un dos por tres.
P.D.2.: También a mis conocidas latinas una aclaración: Los
“gringos” SI saben que significa “latina caliente”, así que tengan la
amabilidad de hacerse respetar (bueno, solo si en verdad se respetan a ustedes
mismas, sino, como siempre lo digo, hacer caso omiso del presente comentario) y
no perpetúen el estereotipo de la calentura propia del latino que se activa con
la aparición de un representante extranjero del sexo opuesto (o a veces incluso
del mismo sexo). No apaguéis con risas ese deplorable comentario plagado de
malas intenciones (que ya varios conocidos nativos me han preguntado si no
tengo “amigas calientes”), aunque lo repito, si es que en serio te valoras… si
en serio nos valoramos (ya me imagino en este momento los rostros compungidos
de algunas, si no es que de todas, de mis amigas “latinas”).
La Última: Hablando de negras preciosas, qué será de esa
Barbie de chocolate que ganó el reinado nacional de la belleza en el año 2002,
Vanesa Mendoza?
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