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"Inserte aquí el nombre de su secuestrado" |
La noticia caliente, que está recién salida del horno y se
orea en las ventanas de los medios de comunicación, es la de la liberación que
de manera unilateral hizo la guerrilla de esos pobres militares que llevaban
muchos años retenidos de manera ilegal. Más allá de juzgar si el gobierno o la
guerrilla hicieron bien o mal en estos años de guerra sin cuartel y de muertos
y miles de heridos y desplazados, queda hacer un análisis profundo de la
realidad que vive el país, no esa realidad vendida desde los comerciales de
Colombia es Pasión, ni tampoco de ese país del infierno que nos muestran en
algunos reportajes, que aunque crudos, no reflejan todo el sentir de un país,
un país que, al contrario de lo que se afirma todos los días, está lleno de
gente mala, en donde los buenos son pocos (que conste ante notario público que no me incluyo), donde los que luchan por el país
siempre han sido y serán satanizados por sus intenciones que van en contravía
del sentido común del colombiano de bien.
La gente que en verdad lucha por el país desde cualquier
escenario es criminalizada, satanizada e incluso ridiculizada por su pensamiento,
por su idea de justicia: de una justicia verdadera, rápida y efectiva, una
justicia que no se amañe ni se amanguale con la clase corrompida del país, que
no se deje comprar como una prostituta, que no se venda al mejor postor. Es
satanizada por su idea de paz, que no es la paz de los cementerios ni la paz
endilgada con vaselina y un fusil que nos quieren vender día a día desde los
centros de control de la población, que ahora los llaman “canales privados”, ya
sean de televisión, radio o prensa. Es satanizada por su idea de equidad y de
igualdad, no solo de géneros, sino de trabajo, de dinero, de regalías, de
obras, de oportunidades y de justicia social.
Los soldados y policías vuelven a casa y son estrellas de
una noche, que solo sirven para mojar periódicos y aumentar su circulación,
para aumentar el rating de aquel canal que venda mejor el dolor ajeno y se
alimente del padecimiento de las familias para enriquecer sus casi vacíos
bolsillos (y de paso este blog también se alimenta en parte de ellos, aunque sin recibir regalìas por eso).
Son solo eso, estrellas fulminantes, que luego serán
olvidados y dejados a su suerte como ha pasado con todos los demás liberados:
abandonados por el estado, que no les brinda nada más que malos medicamentos y
peores psicólogos para enfrentar sus dolores físicos y mentales; abandonados
por los noticieros que tanto se beneficiaron de ellos, de su pena, de sus
angustias y de sus dolores (paréntesis, siempre me ha parecido estúpida la
pregunta “cómo se siente después de ver que liberaron a su padre?”, seguramente
el entrevistado va a decir “no, aburridísimo su persona, que ojalá lo tengan
por allá otros 10 años”) y que luego reemplazarán por las noticias de
farándula, que luego reemplazarán por una mujer de grandes curvas y poco
cerebro, de atención distante y moral distraída; abandonados por aquellos que
propiciaron la liberación, porque solo los verán como un escaño más en un
proceso de paz, pero ahora ya ineficientes como recurso político para acceder a
sus pretensiones; y lo más triste de todo, serán olvidados por todos aquellos
que se creen (o que nos creemos) “gente de bien”, porque ya saldrán de nuestros
pérfidos corazones para habitar en nuestro olvido, porque ya serán un periódico
de ayer, que fue sensacional en aquel momento, pero que luego será
intrascendente frente a las noticias de Shakira y Piqué o de la tez de Thalía o
la sexualidad de Ricky Martin. (Y me
disculpan si esas noticias de farándula ya están recalentadas, pero no
acostumbro a ver Estilo R.C.N. para hacer digestión de mis fríjoles de martes
por la tarde).
Enhorabuena por los liberados, por sus familias que han sido
víctimas de un conflicto armado que lleva incontables años, en los cuales los
únicos que han sufrido son los pobres, guerra en la cual los soldados han
recibido las balas y los generales las medallas; espero de todo corazón que de alguna manera
la liberación les devuelva algo del tiempo perdido con sus familiares, con sus
hijos, hermanos, padres y demás, que puedan ahora disfrutar de una libertad que
nunca se les debió arrebatar, que se mejoren de una vez por todas de ese
sufrimiento en el que se estaban pudriendo, en ese sufrimiento en cadenas y
maleza. Nunca debieron caer presas de este conflicto que ha destruido a un
país, que ha cercenado la consciencia de la gente y ha demolido nuestros sueños
de prosperidad y de igualdad. Pero espero con mayor fervor aunque con poca fe que
todos los demás no los premiemos con la indiferencia que nos caracteriza, que
su galardón no sea una placa de lata que les ofrecerá el gobierno para paliar
sus dolencias, ni que el premio de consolación que lleven a casa sea el olvido,
el olvido criminal de un país sin memoria, que solo recuerda lo que le conviene
o lo que lo distrae, pero nunca recuerda lo importante, que todos somos iguales.
Que viva la vida sin cadenas, sean las que están en las
selvas o las que viven en las taras mentales.
P.D.: Hablando de Ricky Martin, recordé a un personaje que
ahora es prófugo de la justicia con una canción de este simpático ex - menudo que
dice: “vuelve, que sin ti la vida se me va, vuelve, nadie ocupará tu lugaaaar,
sobra tanto espacio si no estás, no pasa un minuto sin pensar, que sin ti la
vida lentamente se me vaaa”…. En serio, espero que Luis Carlos Restrepo vuelva
rápidamente a las filas uribistas que desfilan por el país, para que no nos
castigue más con su ausencia, con el látigo de la indiferencia.
Más: Leí en la revista Semana que llevar el perro al trabajo
reduce el estrés de los empleados; ahora si comprendo el porqué de Arias en la
cartera ministerial, solo era una forma de disminuir el estrés de mi ex!
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