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"Te espero para eso de la mordida…"
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Esta mañana se levantó este mucharejo, este menudo personaje
con una sensación extraña, dolorosa pero familiar, con un cuerpo decadente y
con una habilidad para moverse que no tiene nada que envidiarle a la velocidad
de una tortuga o un oso perezoso. Debo admitir que tengo la motricidad fina de
un zombi con hambre y la boca más seca que estopa y me aprieta mucho esta nueva
ropa (porque dormí con ella y con zapatos).
Esto del guayabo, de la resaca monumental de domingo por la
mañana es cosa de locos, es una vaina loca que destruye la capacidad de
raciocinio de cualquier ser humano que se precie de tomar hasta embrutecerse
como este humilde servidor. Esto de la pachanga extrema que adolezco desde hace
unos años (tal vez 3) me ha llevado a los lugares más recónditos de cualquier
ciudad en la que me encuentre y a encuentros fortuitos con cosas buenas y
malas, con encuentros del tercer tipo.
Es que mi capacidad de aguante parece que va en descenso a
medida que me vuelvo más maduro (para no decir viejo) y ahora tengo que
utilizar todo el domingo para recuperar energías, líquidos y fortalezas… parece
que ahora luzco un poco como una exnovia que quise mucho, quién tardaba una
eternidad para recuperarse después de tomar licores, ya sea conmigo o con su
amigo (perdón, con sus amigos), bueno, a menos que fuera a jugar bolos al día
siguiente.
Ahora solo me queda entregarme a la fatiga de estar en la
cama sin más remedio que revolcarme en mi crapulencia y mi sudor con olor a
alcohol y a cigarrillo (no es que fume, sino que ese olorcillo se le pega a uno
más que al fumador en cuestión), con ese tufillo mañanero de satisfacción y
dolor etílicos. La vida ahora parece que se mueve en cámara lenta y me entrega
lo peor de mi metabolismo para que rectifique mi camino y vuelva al sendero de
la rectitud de la que me ufanaba hace mucho tiempo. Sé que mi hígado pide a
gritos un merecido descanso.
Pero qué puedo hacer más que consumir líquidos y sopitas y
jurar y rejurar que no lo volveré a hacer (promesa de todo borracho)? Solo
seguir en mi estado de aletargamiento sublime que me hará recuperarme en muchas
horas y que me hará revisar mi billetera y darme cuenta que todos mis dólares
ganados con sangre, sudor y lágrimas han volado a las manos de aquellos
comerciantes de mi vicio favorito que es el alcohol; aquellos expendedores,
discotecas, bares y antros que ofrecen sus servicios a las personas ávidas de
rumba como yo.
Es que no me basta con una cerveza, un litro o una jarra
(eso lo saben bien mis amigos de libertinaje), uno debe hacerlo hasta el final
(sacrificarse a pesar de los dolores, las malas caras o las traiciones), hasta
el fondo profundo del culo de la
botella; no me niego a nada (en el ámbito de alicoramiento debo aclararlo),
nunca he rechazado un trago (hay quien dice que eso es malo) y no creo que
pueda empezar ahora… Siempre la fiesta continúa en cualquier lugar, en
cualquier casa o en algún parque hasta que se me pare el ombligo…
Aunque debo también agradecerle a ese hijo del dios Baco por
hacerme una persona más animada (hasta cierto punto) en las fiestas, en las
discotecas y en los bares en cuestión, ya que he conseguido con él ciertos
encuentros que no lograría con solo mi presencia o mi labia Kafquiana (sé que
la palabra es rara pero existe); porque hay pocas cosas mejores que despertar,
con el ya consabido guayabo pero “entrepiernado” con una fémina que acalore el
momento de efervescencia matutina. Sé, por experiencia ajena, que a veces uno
se equivoca, que utiliza mal su radar de hombre y se encuentra con ciertas
damas que no corresponden a sus estándares de belleza facial o corporal, pero
igual, como dijo alguien, quién le quita a uno lo bailado carambas! Pero debo
admitir que eso no me pasa, no muy frecuentemente.
Por eso es que ahora me considero un hombre fácil, una
cualesquiera que se ufana de ello por el simpe hecho de que ando solo como un
notario y a pata como un cartero, que no tengo compromisos y a nadie pido
permiso, que no tengo más compañía a veces que mi portátil y mi Facebook.
Espero pronto dejar esta vida licenciosa y llena de vicios y
complicaciones con la compañía de alguna princesa vampira que colme mis sueños
y mis ilusiones, que me acompañe en esta vida loca (no de loca, para que no se
confunda mi apreciado lector), alguna mujer que no me abandone por algún tarugo
y que se quede un poco más que una simple mañana conmigo. Alguna chicuela de
buenos sentimientos que sea soltera y sin compromisos y no tenga que volar en
el acto (o después de él) o apagar el celular y mentir acerca de su paradero nocturno
al novio, marido, mozo o machucante en la casa (mi amor, es que me quedé donde
una amiga y se me acabó la batería, me perdonas?), que no tenga que llegar en puntas de pies
a la mañana siguiente a bañarse a su casa para así no hacerse notar y no dar
explicaciones. Nota mental para aquellas: Al menos llame a su amiga (Juliana,
Milena o Sofía) y coordine la mentira para que no caiga infamemente (como estoy
seguro que les ha pasado a muchas), ese consejo te doy aunque Popeye el marino
no soy (Tu – Tu!).
Juro ante todo lo que es sagrado para mí (San José, Saint
Johnny o el Beato Absolut) que en ese momento sublime en el que encuentre una
novia dejaré este mal proceder de inmediato y cesaré en mi embrutecimiento alcohólico,
apostólico y romano (porque esos romanos si sabían lo que era fiesta). Prometo,
hacer algo como siempre lo he hecho, amarla y respetarla hasta que el otro nos
separe (cualquier Juan, Pedro o Manuel que se nos atraviese, cualquier
compañero, jefe o amigo que aparezca en la escena). Prometo tenerla siempre a
mi lado y espero que ella haga lo mismo, que me respete y me quiera para así
resarcir heridas del pasado.
Mi vida, mi cielo hermoso, mi niña linda, algún día te
encontraré en algún lugar de este gran país (nota: en un viaje que hice a Vancouver me dí cuenta que en realidad este país si es mucho lo grande) para vivir de los amores y de los
errores, para entregarte mis sueños y quedar a la espera de que podamos
vivirlos juntos para siempre; pero por ahora deberé conformarme con mi sopa de
papa y mi Gatorade para rehidratarme y quitarme este mal que acorrala todo mi
cuerpo, todo mi ser y toda mi consciencia (oiga bien, si la tengo aunque muchos
lo duden)! No aspiro a tener alguien que me cuide el guayabo, no señor, quiero
alguien que me espere y me busque sin tener que hacer reclamos (eso sí es raro,
de hecho, solo con una mujer me ha pasado), alguien que me ame y de quien no
necesite escapar al mundo alcoholémico los fines de semana debido a su desidia
o pereza intrínseca pero excusable. Ah, y que no mi mire la cara de idiota!
Ven a mí, ven a mí rauda y veloz antes de la próxima luna
llena! Princesa y vagabunda, garganta profunda, sálvame de esta soledad (eso es
de una canción)…
P.D.: En estos momentos me arrepiento de haber dejado pasar
a una niña que me acompañó hace poco (momento, ya va a ser un año, demonios),
pero como dicen: “podrían acusarme que ella es menor de edad”… Mentiras, no era
menor de edad pero si le llevaba algunos varios años (no sé si se escribe así)…
Debo admitirlo por ella, juventud divino tesoro, es que, como dicen: la vida es
diferente (así como la carne y la capacidad reproductiva) a los 21 que a los 30,
especialmente en las mujeres… Hasta debo decir que dejé por ella y por el
tiempo que duró, mucho, pero mucho de mi vida juerguera, aunque el proceso de
despedida de Colombia intervino en ese amalgamiento que tenía con ella y en mi
capacidad de decir que no a los alcoholes.
La extensión: Las referencias, situaciones, lugares y
personas implicadas en el relato son reales y no producto de la ficción,
cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia; pero no es una
agresión, no es hablar por la herida, simplemente es una referencia de aquello
que llaman “la vida en pareja” y de los “affaires” que pueden ocurrir con el
tiempo y la falta de carácter adecuados y pertinentes para la continuación de
los actos protocolarios; aunque, como dije en otro texto (o creo que aún no lo
he publicado): si toda relación empieza con una que otra mentira, no veo el por
qué no deba terminar del mismo modo, con dos cuerpos inertes que se alejan por
motivos extraños y dolorosos, o por extraños no tan extraños que entran en la
vida de las personas, que aparecen en el cuento aguando la fiesta y los
quereres, sonsacando con delicadeza, astucia y maña.
La última (y nos vamos): Ningún animal, persona ni cosa fue
lastimado en esta producción post pachanga auspiciada por Le Saint-Sulpice, algún
“amanecedero” de Montreal sobre la calle Saint Catherine y algunas malas
compañías, con quienes la pasé muy bueno hasta las 15 a pesar de la ligera
nieve y el frío matutino de esta maldita primavera (ya escucho a mi madre, “claro
hijo, ahí si no tiene gripa cierto”).
Piececillo: No pongo dos imágenes nunca, pero después de ver
esto no podía hacer más que compartirlo con mis amigos, me pregunto: será mucho
pedir una así para mi cumpleaños?
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"Acabo de enterarne del Cosplay..." |
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