Tuesday 6 August 2013

Antes de Criticarme, Intenta Autosuperarme!

"Me encontré!"



Las historias asombrosas de la gente que alcanza las súper metas cada día nos llegan más, sea vía Facebook o vía Coelho, todo es posible ahora, sea gracias a la fe, a la voluntad o a meterse en un reallity. Tenemos ejemplo tras ejemplo de cómo se deben hacer las cosas para alcanzar la felicidad tan anhelada, de ser exitosos y completos.

Gente que pinta con los pies, toca guitarra, que ganan medallas olímpicas a pesar de ser ciegos, Vicepresidentes que llegan a ese cargo sin siquiera tener cerebro, precandidatos presidenciales que ponen vallas sin siquiera saber hablar, etc., son los lugares comunes de muchas fotos que se pasean por la red; solo debo decir: bien por ellos. Claro que los admiro y que son casos extraordinarios, pero de ahí a que todo el mundo se valga de eso para decir que no alcanzamos nuestros objetivos por falta de fe o de tenacidad, hay mucho trecho.

Hace algún buen tiempo inicié a trabajar en una empresa en el área de ventas (no voy a decir nombres) y obviamente uno debe meterse en un curso de inducción en el cual le enseñan, no solo los valores propios de la compañía, sino las metas, objetivos y la motivación para cumplir a cabalidad todo lo que exija la empresa. Es todo un karma! Hay que sonreír como idiota y asentir ante toda babosada que diga el orador de turno, alguien que por derecho propio se ganó ese lugar de estar aburriendo a otros con lo que ya lo han aburrido a él. Pero generalmente los encargados de estas charlas son personas que se han comido bien el cuento, que se han metido en la cabeza esa pasión eterna por las historias asombrosas.

Es que ahora que nos salvamos de los mayas, el tema de la autosuperación es más poderoso que nunca; ahora que vivimos en un mundo que nos aprisiona a cada momento, necesitamos algo de que asirnos para sustentar nuestras manías diarias.

Y así pues, ha nacido la superación para “dummies”, la auto superación babosa que llena, que digo llena, colma los anaqueles de cualquier librería en busca de incautos que llenen los bolsillos de los pseudo escritores o pseudocomediantes del despecho: esos escritores sin escrúpulos que se jactan de llenar página tras página de hilarantes conversaciones para reflexionar lo absurdo.

Porque bien que las religiones nos han llenado la cabeza durante miles de años con superchería divina para acallar nuestras penas y de paso nuestro sentido común, pero desde hace algún tiempo llegaron los autores del crecimiento personal que utilizan amalgamas extrañas para así vender soluciones baratas pero bien acomodadas a cuanto menguado se les cruce por el camino.

Pero vamos por partes; el cuento del crecimiento personal va más allá de mis odiados Paulo Coelho o Deepak Chopra, esa cultura barata del “new age” de despertar conciencia con granos de trigo reforzado viene desde los hippies (mugrosos esos) que intentaron resolver la ecuación de la vida con yerbas fumadas y ácidos perláticos. Luego vino el yoga, el panteísmo y la moralina que se refritaron para el consumo de las masas. Ahora se consolidan esas nuevas cositas con fundamentos de todo tipo de religiones: hinduismo, budismo, islamismo, pendejismo y también un poco de cristianismo, para que sus ávidos pero volátiles consumidores regidos por el Papa no se sientan que están incursionando el la magia negra (pero ven con buenos ojos a Harry Potter y la Piedra de Afilar).

Claro que el máximo exponente la “estupidización” colectiva de almas débiles y en pena es mi señor Paulo, el Coelho ese que se impone en librerías y semáforos desde que publicó su Best Seller “El Alquimista”. A los católicos de mente blanda les fascina el condenado ese, más allá de que el solo título hable de magia negra que tanto critican y que tanto prohíbe la amada iglesia. Cada frase acartonada de ese cuento mal copiado (porque es una copia barata señoras y señores) muestra elementos básicos del cuento para niños pero llevado a una forma en que una mente infantil se crea adulta por leer unas cuantas palabras altisonantes. Nada más.

Mi altivo esnobismo me hace desdeñar casi de inmediato a tal comediante, pero no entraré a decir que las masas son ignorantes e iletradas y por eso aman al mercachifle ese, no señor! Tampoco diré que la falta de carácter y de disposición a la verdad sea la que llene las mentes baratas de mentiras cálidas de ese señor, faltaba más! Haría mal yo al llamar “consumistas ignorantes” a todos aquellos que degluten tan insípido platillo de la literatura boba, nunca! Simplemente me dedicaré a decir que deberían evaluar un poco mejor lo que leen, decirles a viva voz que el amado Almanaque Bristol contiene información más valiosa e interesante que leer “Las Mil y Una Noches” del Brasil, decirles que las verdades a medias son peores que las mentiras completas.

Los libros de autosuperación personal camuflados de historias trascendentales explotan, además del bolsillo, el común imaginario del ser humano, esa fascinación por los presagios y los adagios místicos y mágicos, de esa información vedada a los ojos del incrédulo haciendo así al lector parte de una élite iluminada y privilegiada por obtener tales poderes de prestidigitación camuflada con camándulas y frases de la Biblia (aunque no tengan ningún sustento científico de ello). Por eso es que desde el oráculo de Delfos hasta el “Waltermercadismo” la humanidad ha estado fascinada por todo aquello que parezca venido de una fuente divina (y ovejuna) que le libere de la opción de pensar y de cargar con sus propias culpas. Confiar en cuentos y en sueños es seguir la voluntad divina, porque “los sueños son el lenguaje de Dios”… por ello, con esa simple frase se salva el alquimista aquel de entrar en a brujería que su público católico tanto desprecia (así hagan novenas y rezos a muertos).

Pero pongamos más en claro la sapiencia superflua que emana de ese manantial de babosadas brasileras; toda frase que declama en su aclamada obra del consumismo sentimestrual tiene un esnobismo bobo venido del sentido común (que no es el menos común de todos): “Cuando deseas alguna cosa, todo el Universo conspira para que puedas realizarla”… Realmente, frente a tal afrenta contra la razón del causalismo antropomórfico acomodado al sustancialismo cosmológico con un toque de “pendejismo” egocentrista, quedo totalmente sin palabras. Y eso que no me quiero meter de lleno contra el tal Riso ese pariente de Chichorizo, que en sus frases vacuas enseña cómo se debe enredar a alguien para que se sienta especial viendo el amanecer sin metas claras en su vida. La verdad, estos autores son prueba fehaciente de que los humanos solo utilizan el 10% de su capacidad mental, porque si se esforzaran un poco más creo que despreciarían a toda esa sarta de eufemismos de la misma manera en la que descartan a los unicornios rosados que habitan en los zapatos.

Además me imagino a las verdaderas grandes mentes leyendo a estos éxitos de la autosuperación, a Einstein pensando que la materia es igual a la masa por la luz que ilumina el alba cada mañana por la ventana al cuadrado, o a Galileo Galilei diciendo “a pesar de todo se mueve, pero como las mareas que van y decrecen sobre la playa de los sueños”, o a Torricelli afirmando que “vivimos en el fondo de un mar de aire, pero un aire esperanzador de amor y dicha, cual árboles al respirar”. No, ellos solo hicieron las cosas y no se pusieron a reflexionar sobre lo ridículo de la condición humana, como lo dijo Konrad Lorenz “La verdad en la ciencia puede ser definida como la hipótesis de trabajo que mejor se ajusta para abrir el camino a la siguiente mejor ajustada”.

Por ello digo que basta ya de superación personal, basta de Milo para el ama (donde la meta la pones tu) y hagamos nuestro propio manual de crecimiento interior (como si los calzones debieran crecer) y digamos que antes de criticarnos, que intenten Autosuperarnos y así poder usar todo el tiempo frases reales como mantras, sin idioteces y con argumentos un poco científicos, porque recuerden lo que dice el poderoso Friedrich Nietzsche: “La salvación de la humanidad depende más de la nutrición que de una curiosidad teológica”. Yo añadiría, incluso más allá de una curiosidad mercantilista para almas maltratadas.

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