Wednesday 13 November 2013

Viejo, mi querido viejo

"Espero no haberlo decepcionado mi querido Mufasa"

En la vida han tratado de imponerme muchos dogmas, muchas políticas y muchas religiones; siempre la mente frágil y moldeable de un niño se presta para que todas las ideas predominantes en el mundo traten de doblegarla bajo distintos sistemas morales, moralistas o éticos.

Primero es el ataque fulminante de la religión católica, no porque sea la verdadera o la equivocada, simplemente es porque en el mundo occidental caló fuertemente desde que esas huestes evangelizadoras llegaron a América con sus amorosas espadas y misericordiosos látigos a “civilizar” a esta parranda de indios blasfemos que creían en cosas absurdas como seres emplumados que no eran ángeles, diosas que no se doblegaban ante sus maridos o en el equilibrio que debe mantenerse en la naturaleza, pensamiento contrario al de la sobre explotación de los ecosistemas que dice “Crece y multiplícate” (Génesis 35:11).

La escuela y la cultura son determinantes para ir imponiendo esos yugos de moralidad y pecaminosidad en las mentes impúberes de manera casi milimétrica, apuntaladas por el conocimiento que se han reservado los doctos hombres de fe para ellos mismos a través de cientos, sino miles de años en los cuales, por la gracia de Dios, han masacrado a todo aquel que a osado levantarse contra ellos o en su defecto, rebatir las tesis que les otorgan el poder sobre esta obra maravillosa de Dios.

Y así va creciendo uno, con ataduras que son tan duras como el metal más pesado, pues son ataduras de la mente que te impiden disfrutar de las pequeñas o grandes cosas de la vida ya que todo lo ves desde un punto de vista sucio y enfermizo, de que todo te contamina y que solamente se puede vivir correctamente si renuncias a todo aquello que te hace humano o feliz y se los dejas únicamente a los hombres de la fe, porque los curas y pastores sí pueden disfrutar de esos bienes materiales y placeres mundanos porque son los elegidos (the chosen one) por un señor barbado y muy malhumorado que vive en las alturas.

Luego una (como persona) se encuentra con la pseduolibertad que ofrece la adolescencia y con ella miles de teorías locas que dicen que el mundo no es el centro de la creación sino que somos un punto microscópico en ese vasto universo, que hay gente que cree en otros dioses y eso no los hace malos de nacimiento ni hay que quemarlos en las hogueras o difamarlos hasta la eliminación, sino que han aportado a la paz como Gandhi, que se han opuesto a las represiones como Martin Luther King o que han creado sistemas matemáticos asombrosos y aportado a la cultura en general.

En ese momento llega el “trancazo” mental, el golpe de vacío que prueba a los hombres santos y que separa a la mala hierba común y silvestre de los verdaderos sabios de las doctrinas de la fe… y en ese momento fue que me perdí, me perdí para siempre. Vi un mundo extraño y fascinante, cambiante y no estático, ético mas sin moralismos vetustos y en desuso.

Leí y releí a autores extraños como a Marx, Engels, Cantor (casi me vuelvo loco con sus vainas del infinito), Carl Sagan, Webber, Nietzche, Galeano y gentecita de esa sucia que piensa diferente al establecimiento, que pensaban más en el hombre que en el dios de los judíos (porque es de ellos, no se engañen), y con ello me di cuenta de que no estaba solo… obviamente no pretendo compararme con ellos, con personas que dedicaron su vida a pensar y a investigar, solamente digo que me abrieron el camino para pensar por mí mismo.

Pero la raíz del mal, esa raíz amarga como lo es la de la búsqueda de la verdad y el conocimiento no importando lo duro, triste o profundo que éste sea no estaba ahí, no había aparecido por obra y gracia del Espíritu Santo o por el Espíritu de Bochica, sino que se me había inculcado de manera genética y educativa a través de un ser que solo merece mis respetos y mis agradecimientos totales: mi padre.

Ese hombre apacible pero de temperamento templado y convicciones férreas fue quien me educó (para que vean que alguien sí lo intentó) para dudar de todo al mejor estilo de Descartes, de saber que nunca debo tragar entero nada, que debo leer e investigar por mi propia cuenta, que me enseñó a pensar críticamente frente a tanto fuego fatuo que existe en el mundo. Ver más allá de ovnis, seres alados o de Chichen Itzá, más allá de los grandes próceres o los santos varones que tienen todo un entramado de maldades y opresiones para convertirse en leyenda, en ver el sufrimiento de la gente real que ha sido vapuleada por tanto hombre justo que ni siquiera se inmuta cuando caga encima de los pobres de Dios, de esos ídolos con pies de barro que siguen tan prístinos sobre sus corceles y sus botas lustrosas mientras pisotean a los que se les cruzan en el camino o les abren el culo para escalar en poder y gloria.

Y me di cuenta de algo extraño como lo somos los Narváez, que cuanto más aprendo y más crezco (mentalmente, lo otro si me faltó bastante) más admiro a mi santo padre y más aprecio sus enseñanzas de libertad, justicia y conocimiento que implantó en mí como una semilla anti establecimiento desde que tengo memoria.

Incluso ahora, que soy cada vez más déspota, engreído y autosuficiente, con el ego hasta el infinito y más para allá, me sorprende con textos, libros y consejos, con una sabiduría que espero algún día heredar y transmitir a mis descendientes (que ojalá no desciendan tanto como yo).

De Él y solo de Él (sí, con mayúscula como se lo merece) he aprendido a valorar más que el dinero o la belleza (cosas que a veces me atrapan, porque bien saben cómo amo el dinero) el conocimiento, la luz del saber y del entender.

Por eso quiero que, a pesar de ser mi viejo mi querido viejo, nunca camine lento ni perdonando al viento, que camine siempre adelante mío dándome la mano para así poder llegar a buen puerto, con sus consejos y su amor. Sé que la canción es un tango y que lo uso para retener la idea que vengo desarrollando, pero sería mejor dedicarle una música diferente, de esa que tanto le apasiona, como aquella de Henry Fiol o de Héctor Lavoe.

Sé que no soy muy digno de llevar ese apellido y abolengo, pero gracias por compartirlo conmigo, sé que no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme de tanta bobaliconada que existe en el mundo. Haré siempre esto en conmemoración tuya.


Yo soy tu sangre mi viejo, soy tu silencio y tu tiempo!

P.D.: Parafraseando a mi científico favorito, Isaac Newton, puedo decir que si he llegado hasta donde estoy, sea cerca o lejos, es porque me monté en los hombros de gigantes, en los hombros de mi padre y de mi abuelo.

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