Monday 19 January 2015

Hail a los Psiquiatras

'Amárrenos, pensamos...'

Ah… los amantes de las locuras de los otros, aquellos que dicen que si uno piensa es un anormal, que si uno no piensa es anormal pero en otros términos, que si uno anda triste ya es depresión mestruante, que si uno anda feliz es que es maníaco, si uno se levanta con el genio por fuera es que ya es psicótico y así puedo continuar por los siglos de los siglos. ¡Idiotas!

Porque ellos lo saben todo y pueden hasta retenerlo a uno con alguna ley extraña o emitir conceptos sabiendo que sus vidas están llenas de huecos y demás, donde todo lo ven con el cristal cortado de unas teorías venidas de mentes más retorcidas que las de ellos mismos, no voy a hablar de los ‘doctores’ en psicología porque ¡NO SON DOCTORES! Al menos los primeros sí se quemaron las pestañas y no andaban leyendo a Paulo Cohelo para presentar un examen con libro abierto.

Pues bien, he aquí otro loco que se reúsa a rendirles pleitesía y a verlos como iluminados; sí, soy algo colorido y qué, no significa que puedan encerrarme arbitrariamente para ponerme a pintar o a hacer vasijas con mocos o con UHU como lo hacen con aquellos que sí están locos, como aquellos pirómanos y demás; además a estos soperútanos ¿quién carajos les dio el derecho de juzgarnos, solo porque tienen un papel colgado en la pared? ¿Solo porque se ponen una bata blanca como un heladero o un carnicero de la cabeza?

'Siga no más para su lobotomía'

Porque lo normal es estacionarse, conducir y comprar, y reír como un soberano imbécil a lo que digan todas las personas, no decir ninguna verdad porque ya se ofenden por cada nimiedad o verdad, ver televisión y tragarse como un pepino gigante toda la basura que muestran para embobar a las mentes y adoctrinar a cada pela gato que mira novelas y demás, y comer y trabajar como unos entes que fueron masticados y escupidos para luego ser pisoteados hasta en la más mínima humanidad de sus mentes.

¿No se dan cuenta de cómo es este puerco mundo con tantas revolturas? Cada día es una prueba agonizante como balancear un bote de agua hirviendo en el meñique sobre la cabeza mientras la gente te golpea las bolas (o los ovarios, a gusto del cliente) y el trasero.

¿Creen que estoy loco? Tal vez, en mayor o menor medida que los demás, pues la única enfermedad que tengo es la vida moderna, un eterno sufrimiento de ineficiencia e inoperancia y miseria que es un largo desfile de decepción, desaires y engaños, exclusión, frivolidad, traición, bobería, badulaques y vendedores de mentiras compactadas como una lata de atún rellena de porquería, todos haciendo cada día tan divertido como apagar un auto en llamas con la lengua en donde aún si uno tiene la suerte de la posibilidad de un poco de placer como digamos que una operadora telefónica ninfomaníaca con el control muscular de una acróbata rusa, esta misma te saldrá atracando para así completar el círculo de la miseria en el que vivimos.

'Posando para luego rascarme las pelotas'

También esa ‘bella vida’ nos trae taxistas vándalos o ladrones (casi todos, no se engañen) que preferirían arrancarnos la garganta con una llave inglesa o dejarnos medio bobos golpeándonos con el taxímetro adulterado que llevarnos sin rechistar a nuestro destino, o esos parásitos que arreglan huecos en las calles que prefieren rascarse las pelotas y olerse los dedos después de ese ‘magnánimo’ ejercicio que hacer su mísero trabajo mal calificado de echar tierra a un puto hueco, o que te toque la suerte de conocer a un nuevo brujo de santería que te golpea con su bastón de mando (ah esos son los de la Pacha Mama) y te deja un morado del tamaño de una bola de baloncesto a la que solo le falta un autógrafo de Michael Jordan para cerrar con broche de oro el abuso del animal al volante.

Y aún con toda esta miseria acumulada tengo el valor visceral de levantarme de mi cama a revivir día a día ese sufrimiento agónico que me golpea hasta los intestinos sabiendo bien que cuando finalmente muera y me ponga la pijama de palo ni siquiera estaré ahí porque algún estafador me robará el ataúd y luego venderá mis órganos, mi hígado, mi corazón y cualquier otro órgano medianamente sano para los tales santeros y para seguir esquilmando incautos de poco cerebro y anchas billeteras, prestos para pagar cualquier dinero así sea prestado para atar al ser amado o para ganar la lotería de la Panchita.

'Miren la cara de pelutuda que tengo'

Por eso alguien se preguntará ¿por qué demonios alguien puede aguantar la supuesta cordura del mundo ajeno a la humanidad en el que vivimos mientras que la ‘naturalidad’ juega sucio con todo aquello que nos es querido o al menos apreciado? y ¿luego se preguntan por qué parezco loco?

Esa locura es la única que me permite sobrevivir a semejante espectáculo dantesco que se presenta a nuestros ojos cansados de ver pantallas o de esquivar buses de la muerte, es lo único que me aleja de comprar un raticida para llenármelo en las tripas para no levantarme más a este infierno lleno de gente idiota o/y vacía que deambula como zombies bien entrenados para la satisfacción de un sistema al que le importo un bledo (por no decir un culo).

Aunque debo admitir que yo también quiero pertenecer a esa masa amorfa de alegres zombies estúpidos que se ríen de cada cosa que diga la gente hueca que abunda en espacios reales o virtuales con chistes más antiguos que su misma miseria, un imbécil más que mire las telenovelas de cualquier canal para apagar por fin la ‘pensadera’ con historias fútiles de narcotraficantes, violadores o asesinos, o asesinos violadores con acordeón, o ¿no se acuerdan de la vida que segó el bienaventurado parlante ese que tiene hijos a diestra y siniestra, el tal Diomedez no se qué (evitando demandas)?… el fetichismo de ver ignorantes en la caja boba.

Pero bueno, para eso están los psiquiatras, para medir con su vara a quienes están en su grado de cordura estúpida y para juzgarnos a los demás como locos disvariantes que merecemos estar institucionalizados y de paso drogados para conveniencia de la sociedad de idiotas y, obviamente, para sus abultadas billeteras que les permiten mirarnos por debajo del hombro al creerse los reyes de la colina.


¡Fin del Comunicado!

P.D.: Por favor, 'de por Dios o por la Virgen', oféndanse, igual me importa un soberano pepino lo que piensen algunos, cada uno tiene sus verdades y no es mi trabajo cambiarlas... Ah, y 'bloquemen', ¡igual ya tengo experiencia!

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