Thursday 15 March 2012

Demueleme!


"Gracias por Iluminarme"
 
Los días pasan, a veces rápidamente, a veces con un letargo infinito; para estos últimos y frente al inevitable cierre de muchas páginas dedicadas a el entretenimiento gratuito como Cuevana, he estado descargando y viendo películas de toda índole: comedia, drama y acción. Debo aclarar que me gusta el buen cine como Quo Vadis (permita Dios mi venganza, le pediré que vivas hasta que regrese) o las producciones de Francis Ford Coppola y sus adaptaciones la novela del ítalo-americano Mario Puzo, pero a veces sucumbo ante el talento sin igual de algún Adam Sandler o un Ben Stiller. Fue en esa búsqueda interminable de películas que encontré un clásico de sábado por la tarde, de arrunche pre-matrimonial, uno que me dejó sin aliento, evidentemente no por su excelente guión sino por la verdad oculta que posee y que de alguna manera se me hizo descaradamente familiar.

Hablo de la deliciosa cinta que para el público latino se traduce como “El Demoledor” (Demolition Man), que es protagonizada por el guapetón Silvester Stallone, la comiquísima Sandra Bulock y por el extraño Wesley Snipes (claro, el villano violento y salvaje tenía que ser afroamericano). Es una cinta evidentemente banal y deductiva, con personajes poco cautivadores y con historias ridículas y fútiles de un futuro carente de emociones; una clásica producción de Hollywood para recaudar dinero, sobre todo cuando sale la versión en D.V.D.

Pero lo que me compete no es hacer una crítica destructiva sobre la película (algo en lo que soy bastante bueno), sino en hacer algunas comparaciones con el mundo actual. Primero que todo, hablan de un futuro sin violencia, cosa que anhelamos todos pero que dada la naturaleza humana será imposible de alcanzar; de un mundo un poco utópico. Pero dentro de este mundo distante, debo aclarar que no todo es bueno, no todo son pétalos de rosa: la comida debe ser controlada y debe venir en pastillas (cosa que ya estamos viendo para la desgracia infinita del paladar), los cigarrillos son ilegales por ser malos (aunque coarten nuestro divino derecho al libre desarrollo de la personalidad y al libre albedrío) y la invasión de comerciales baratos que toman el control del tiempo de los televidentes y ocupan casi toda la parrilla de programación, algo de lo que nos percatamos día a día en las cortinas que ponen cuando acaba un segmento de algún programa para anunciarnos “Dolex Forte” o cuando en YouTube queremos ver un video y nos encontramos con anuncios de vacaciones soñadas o programas que no nos interesan.

Y voy más allá; muestran a un villano que está en el poder (algo que ya no se ve en este mundo) y que controla todos los aspectos de la vida cotidiana, metiéndose incluso en la vida sexual de los habitantes de la ciudad edénica; es él mismo quien crea desordenes y pone en acción a un peligroso criminal y a su banda para infundir temor en sus conciudadanos, para así poder controlarlos mejor, para manipular a la gente y para que acepte sin miramientos los mandatos del jefe, del gobernante casto y puro con un aura de libertador y pacifista.

Cuando miré detenidamente no pude dejar de pensar que eso es precisamente lo que está pasando en el mundo actual: los alimentos cada vez son más medidos y puritanos, alejando de nosotros la deliciosa grasa, el azúcar que endulza nuestra vida, los carbohidratos llenadores y los conservantes (que sea dicho de paso sí son malos para la salud, pero que en sus justas medidas ayudan a que nuestros alimentos duren más y no tengamos que gastar onerosas cantidades de dinero en un supermercado), midiendo cada caloría, cada caloría que consumimos, ridiculizando a aquellos que no están en la onda “light” o que no están haciendo alguna dieta de Madonna o de Ricky Martin.  

Ya en otra parte del filme (así me dice la R.A.E. que se escribe en español) la referencia que hacen a los cigarrillos es muy precisa para definir lo que acontece hoy en día: se prohíbe fumar en lugares públicos (cosa que aplaudo por nosotros los no fumadores), se prohíbe hacer publicidad de ellos en medios masivos y aún peor, éstos son satanizados (con justa causa) hasta el punto de que aquellos que los consumen y los disfrutan terminarán haciéndolo a escondidas, vulnerando sus derechos civiles, mientras el “uso terapéutico” de ese cáñamo índigo llamado mariguana es cada vez más aceptado y menos castigado (me pregunto, será mera casualidad que se esté despenalizando ahora que Estados Unidos la produce?). 

En adición a todo lo anterior, nos muestran en la película cómo una seguidilla de comerciales es lo único que se escucha en la radio para desgracia del protagonista (con su capacidad histriónica sin límites); el paralelo no es difícil de descubrir: la interminable publicidad que nos bombardea en todo momento; es cierto que las marcas deben promocionarse para que aumenten sus ventas y por ende sus ganancias, pero no de esa manera obligatoria en que lo hacen ahora, cortando películas y videos y llevando hasta el límite de la cordura a todos aquellos que no queremos más que disfrutar de un momento de esparcimiento (nota: solo falta que ahora suspendan los videos a la mitad en YouTube para hablarnos de algún reality show o de un descuento en alguna aerolínea).

Y qué decir de la mención honorífica que hace la película de los gobernantes: crean bandos de buenos y de malos para hacernos sentir miedo de todo como lo hicieron con el Y2K, el comunismo, el terrorismo, el mamertismo y muchos más “ismos”, las guerrillas, los pobres palestinos y hasta a los mayas los metieron en la sopa. Infundan terrores solo para conservar su poder, para mantenerse en él y, no menos deplorable, para favorecer al capital y a las empresas que los hicieron llegar a las presidencias y otros cargos de elección popular (he ahí la falacia de la democracia: “la democracia no es más que la dictadura de las mayorías” – John Stuart Mill).

Sé que la película es intrascendente y no tenía la más mínima oportunidad de haber ganado ningún premio de la Academia, pero me hizo reflexionar acerca de todos aquellos cambios de la modernidad que afectan mis libertades y mis derechos; y eso que no quiero profundizar en el control de ubicación que utilizan para rastrear a todo ciudadano (no se preocupen, Google encontrará la forma de hacerlo o, en su defecto, Facebook, quién ávidamente venderá nuestra información personal por el sucio dinero), control al cual responde el protagonista diciendo “pues me  hubieran puesto una correa en el trasero” (John Spartan se le multa con cinco créditos por violar el estatuto de moralidad verbal). 

Aunque de lo que si me alegro es que no hayan signos, aparte de los republicanos, de la derecha recalcitrante o del Procurator, de controlar nuestra sexualidad y reducirla a coitos electrónicos sin intercambio de fluidos, a pesar de lo que quieran vendernos en algunos sitios pagados de encuentros virtuales con “latinas calientes” o “amorosas asiáticas”.

Gracias Demoledor, has abierto mis ojos!

P.D.: Pregunta capciosa para quien haya visto esta película con algo de detenimiento: sabe usted cómo carajos funcionan los tres caracoles?

No comments:

Post a Comment