Saturday 22 September 2012

Borracha te conocí...



"Por eso me gustan ahora los cocteles"

 Era un domingo en la mañana, Montreal algo de septiembre, con una tarjeta Opus del mes, que no me dan para ser sincero… estoy en una estación del Metro de esta compleja ciudad y no me queda más en mis bolsillos que todas mis tarjetas (aunque insolventes ahora), 7 dólares en “menuda” y mi tarjeta Opus, aquella que me llevará desde este lugar en que me encuentro hacia mi humilde habitáculo al que llamo casa.

Me duelen las piernas, los brazos, los ojos, la boca, el pelo, entre otras cosas, me duele hasta la consciencia, esa que me está atosigando pensamientos de locura y perdición, de que mi dinero ya está en el lugar equivocado y será difícil llegar al fin de mes con esta septena de dólares siendo que faltan aún varios días para ese glorioso momento en el cual el cheque de mi trabajo llega a mis manos.

Esta estación es más igual y más distinta que todas las que conozco de esta ciudad, no importa su nombre o su ubicación, todas tienen el mismo decorado de baño público con “azulejos” chiquitos y de colores varios (por cierto, no sé por qué les dicen azulejos si la mayoría no son azules), con señalizaciones crípticas y algún artista rechinando sus catalejos para recibir unos cuantos dólares y aumentar mi migraña.

Llegan a mi mente recuerdos fugaces, luces y sombras que se bambolean sin ritmo ni sazón alguno en mis recuerdos calcinados por el embrutecimiento de las bebidas consumidas, alucinaciones las podría llamar dado que no son coherentes ni en formas ni lugares, ensoñaciones de la noche anterior, esa noche de copas esa noche loca que me ha dejado sentado en esta cruel situación y en esta estación del demonio. 

Sé que mañana debo trabajar y que muy probablemente no tendré toda mi motricidad fina ya que ésta se encuentra perdida en un mar de alcohol y otros menjurjes que le metí a mi hermoso cuerpo la noche en mención, aquella que está nadando entre etanoles y hormonas y no encontrará fácilmente su regreso a casa. Sé que mañana tendré un rostro apesadumbrado y pálido como un muerto viviente, con ojeras que deberán sostenerse por los cachetes y con dolor en mis más profundas articulaciones.

Ahora todo suena a queja, a dolor, a lágrimas y dolores estridentes de la sabida resaca, cansancios inespecíficos afloran por todo mi anatomía (anatomía del desastre),pero, cuando creo que va a ser mi fin y que me desvaneceré por completo en este frío metro, me alcanza a llegar un sonido casi de ultra tumba, un sonido familiar y dulce que retumba en mi cabeza, no solo porque es el único diferente en la monotonía de los ruidos etéreos de este hoyo de movilidad, sino porque me recuerda algo en mi cabeza, algo que parece que hubiese olvidado hace mucho tiempo.

Volteo la cabeza de manera lenta y pesada, hasta esa tarea tan fácil ahora se torna casi imposible de realizar, y allá, al fondo, al pie de las escaleras alcanzo a vislumbrar algo, a alguien (que maravilla, me hicieron corrección láser en los ojos y me sirve para dos cosas) que me resulta muy familiar; a medida que se acerca puedo diferenciar que es una mujer, pequeña ella, de cabello negro y contorno muy delgado, de finos rasgos y de hermosos labios.
En este momento por fin comprendo, ya sé quién es, ahora sé que la conozco de alguna parte, de algún lugar en donde las luces eran pocas y los sonidos estridentes, donde la gente se agolpaba para entrar y tomaba bebidas mágicas para celebrar u olvidar; sé que viene a buscarme, aunque en realidad desconozco completamente el porqué.

Sus piernas, pequeñas pero lindas y contorneadas, dan pasos ligeros y cortos para alcanzarme antes de que pase ese gusano metálico que acarrea gente de un lado a otro… vuelve y dice mi nombre, haciéndome caer en cuenta de que no fue una alucinación mía el que pronunciara mi impronunciable nombre y que su voz es dulce como sabroso chocolate derretido.

Dice ella: Phillippe, por qué te fuiste, para dónde vas? Por qué no contestas el celular? Te aburriste? No me viste y ya te saliste del apartamento?... Y al son de la marimba, al son de ese tono de reclamo vienen a mí como una ráfaga de viento muchos más recuerdos, muchas más sensaciones y muchas explicaciones de algunos de mis dolores actuales. Sé que debo responder algo rápidamente, algo astuto y mordaz para silenciar esa seguidilla de preguntas y calmar a quién las realiza.

Pero mi estado de “estupidización” alcohólica no me permite mucho campo de maniobra frente a esas cuestiones fundamentales, así que solo alcanzo a proferir unas cuantas palabras sueltas que rezan algo como: no, simplemente estaba cansado y no quería despertar a nadie.

Ahora ella se acerca hacia mí, se abalanza sobre mi cuerpo decadente y me abraza, y con eso dispara nuevos recuerdos, nuevas sensaciones y nuevos sentimientos que estaban aletargados bajo la estela de la resaca matutina; empiezo a recordar todo, sobre todo su olor, su delicioso olor inespecífico que me imagino que es empapado por algún perfume y su olor natural a mujer. Vuelan a través de mi mente ya todas las imágenes, sonidos y palabras que compartimos la noche anterior, las miradas, las risas, mis babosadas, su humor, nuestros besos… y ahora comprendo lo que tuve con ella y como me regodeo un poco acerca de ello en este momento.

Ella me mira fijamente y me pregunta si en verdad quiero ya irme para mi casa, que si es todo lo que deseo después de lo que ha pasado; en este momento ya no tengo nada más que decir que no, que prefiero volver con ella y acompañarme de su presencia un poco más, una tarde más que atesoraré durante mucho tiempo.

No sé qué puedo esperar de esto, de esta experiencia oscura pero de sabor dulce que se dio en esta ciudad del pecado en francés con acento de Quebec; parafraseando algo digo “yo no sé mañana”, pero espero acceder un poco más a sus caricias, acumular sus besos y transmitirle mi satisfacción y mi querer en estas horas que espero no acaben a pesar de la resaca persistente. 

Además, veo que he corrido con mucha suerte y ella es bastante bella, de un hermoso cuerpo, una dulce sonrisa y un buen humor… espero que esto siga por algo más que este día para así tener a alguien a quien llamar “mi amor”.
Sé que borracha te conocí, pero no me arrepiento de este arrejuntamiento venido del alcohol y de sus deliciosos efectos, no me arrepiento de haber pasado este tiempo contigo y jamás renegaré de este sentimiento que empieza a inundarme a medida de que nos alejamos de la estación, ahora cálida con la sola presencia de este bello y esbelto ser.

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