Thursday 5 April 2012

Pesadilla en Peel Street


"Pimp my Bling Bling"
Estaba haciendo una navegación a través de la web, a través de YouTube, recordando viejos videos y buenas canciones que me gustaron en algún momento y tuve la fortuna de encontrarme, además de miles de anuncios de Vevo vendiéndome cosas que no necesito y que jamás voy a comprar, con una perla musical venida de mi país, de ese país del Sagrado Rostro y consagrado al Corazón de Jesús, de ese país curado de sus males con mata de sábila y babas de Uribe. 

Han pasado los años, y aún no puedo creer como se mueven, como bailan esas dos negras hermosas! Esas dos diosas de ébano que aparecen en el video de Choquibtown llamado “Somos Pacífico”; esas dos que lucen sus deliciosos y torneados cuerpos negros, que despliegan tal talento al bailar y rebotar en sí mismas al son de la marimba que hacen enmudecer a cualquier mortal con tan solo su bamboleo. Tienen una capacidad de baile inconmensurable que viene solamente inscrita en los genes y no puede enseñarse, ya que es una cualidad propia de la raza negra. 

No puedo más que asegurar que son idénticas en la forma de bailar a las quebecas (dícese de aquellas mujeres nacidas en la provincia de Quebec, Canadá), que sueñan con moverse a ese ritmo del pacífico, ese ritmo traído del áfrica negra y mezclado con la cultura americana… como dijo un amigo (bueno, mal amigo por lo chismoso), para bailar de esa agraciada manera deberían volver a nacer; además, es cierto que yo tampoco puedo hacerlo, no puedo moverme con esa sutileza cuasi erótica que poseen los representantes con piel oscura, de paso ni siquiera intento brincar de manera enajenada los ritmos irlandeses que suenan en estas tierras, pero al menos no hago el ridículo creyendo que lo hago bien, que bailo con ese talento de la raza negra solo porque haya tomado dos o tres clases en ese barcito de mala muerte y de ética reprobable llamado Salsathèque, en ese nido de cucarachas y Daddy Yanquees pobres, en ese lugar oscuro y avejentado, parecido en lo palurdo y en lo ordinario a las discotecas de mala muerte de los años setentas de la ciudad de Cali, llenas de espejos y luces estridentes, llenas de sillas de peluquería pobre y llenas de sombríos personajes que no saben ni combinar una camiseta blanca con una gorra de los Yankees de Nueva York (y yo criticaba a mis compadres de la primero de mayo por hacer eso), que solo les falta el mocasín blanco y el sombrero de ala ancha de medio lado, para parecer proxenetas mal pagados que llevan a sus meretrices a bailar con todo aquel que tenga el dinero para comprar sus amores. (aunque acá, me contaron por televisión, que ni siquiera cobran porque sueñan con hablar “poquito español” y bailar dando vueltas de fantasía sin ritmo alguno).

Ah lugar del demonio ese con su "blinblineo" atorrante y su falta de urbanidad, que solo me lo vuelvo a encontrar en mis pesadillas, que me hace pensar que para ser ordinario no hay fronteras ni límites, ni idiomas ni razas, ni fechas ni culturas, solo se necesita hacer las cosas mal, o peor aún, copiarlas mal y, señores y señoras que van a Salsathèque, ahí se hacen las cosas de la peor manera. Pues es evidente la desgracia que agracia el lugar cuando se entra por una escalera de pésimos acabados y que luce orgullosa en sus paredes un mal terminado mural de pescadería con uñas, de colores mal combinados y de técnica deficiente. Se ven también todos esos horripilantes detalles ya mencionados que adornan el lugar con su falta de clase y estilo, con su ordinariez y con su falta de porte y presencia de la que se ufanan tanto los hijos de la madre Francia (nota corta: acabo de enterarme que la palabra “ordinariez” SI existe en el español). Además, no sé por qué lo llaman “Salsathèque” si el 90% de la música que ofrece ese lugarejo de pacotilla es Bachata y más Bachata…

Sé que suena a queja el texto, pero no es así, no se confunda mi extraviado amigo, es una crítica destructiva, un misil teledirigido con saña, que busca traer a la verdad y al orden a los latinos que se van a untar de semejante lugar de baja calaña, habiendo mejores lugares para bailar los ritmos de nuestras tierras en esta ciudad canadiense que ese antro de perdición y sobre todo de mal gusto; y de paso también, en aras de hacer un bien común, tratar de llevar al buen camino a los quebecos y a las quebecas para que sepan que latino américa no solo es coca, mariguana, café y “latina caliente”. 

Ese es el lugar que queda en la Calle Peel, por eso no dudo en llamar a esta descripción bochornosa: “Pesadilla en Peel Street”.

P.D.: El artículo comenzó en verdad como una oda hacia las dos morenas que no son mías pero que bailan hermoso en el mencionado video (http://www.youtube.com/watch?v=reB4YLs-49U), pero luego me hizo recordar estos sentimientos de desprecio frente a ese adefesio cultural, a esa aberración de colosales proporciones ubicada sobre la calle Peel, y las palabras brotaron de mi boca como una cascada e inundaron la página en un dos por tres.

P.D.2.: También a mis conocidas latinas una aclaración: Los “gringos” SI saben que significa “latina caliente”, así que tengan la amabilidad de hacerse respetar (bueno, solo si en verdad se respetan a ustedes mismas, sino, como siempre lo digo, hacer caso omiso del presente comentario) y no perpetúen el estereotipo de la calentura propia del latino que se activa con la aparición de un representante extranjero del sexo opuesto (o a veces incluso del mismo sexo). No apaguéis con risas ese deplorable comentario plagado de malas intenciones (que ya varios conocidos nativos me han preguntado si no tengo “amigas calientes”), aunque lo repito, si es que en serio te valoras… si en serio nos valoramos (ya me imagino en este momento los rostros compungidos de algunas, si no es que de todas, de mis amigas “latinas”).

La Última: Hablando de negras preciosas, qué será de esa Barbie de chocolate que ganó el reinado nacional de la belleza en el año 2002, Vanesa Mendoza?

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